El Codelas
Se me ocurrió una tarde de luscofusco, cuando la indolencia me podía y la tontuna se me había adueñado de la razón. Eché una mirada al viento de nordés, teimudo y silbón desde hacía días, cogí de la cartera unos cuantos billetes de veinte y me despedí del bicho de Gregorio Samsa y del pirado de Kafka en la página ciento veintitrés, no sin antes haberlos insultado con cierto desdén (en realidad dije que os