Antonio el de la Chirla
La vio venir. De frente. Directa a las tripas. Desde abajo. Le dio tiempo a pensar. No le extrañó. Aquello estaba cantado desde hacía mucho. Las cosas entre los dos nunca habían marchado bien. Con la mano derecha, desde la rodilla, Mario tiró hacia arriba con los dientes apretados y mirando al infinito. Apenas una mueca, apenas un gesto. Hundió la navaja en las tripas y empujó la hoja dos veces más para cerciorarse de