Acuciado
Acuciado por la necesidad de quitarme la tiritona de nueve bajo cero que me obligaba a caminar doblado como si fuese un paréntesis, entré, sin premeditación alguna, en un Starbucks, una de esas cadenas americanas donde para pedir un café te exigen un nombre. El que sea, pero un nombre. Una vez calentadas las tripas y lo demás y pasada hora y media estirando el café a base de suspiros en lugar de sorbos, me