LAS PELUQUERÍAS
Uno envejece en las peluquerías. O envejecía, al menos, en las sobrias peluquerías antañonas, donde de niño asistía a turbadoras conversaciones de adultos en las que se hablaba de lo divino y de lo humano sin trabas. Tal vez intuimos allí, por vez primera, los secretos vislumbrados de la idiosincrasia femenina, disidencias políticas en una época infausta, apotegmas acerca de las hazañas futbolísticas, batidas de cazadores, incursiones de pesca en los ríos, en fin, la