LAS ESQUINAS HABITADAS
A veces la vida se carga de un simbolismo tan evidente que resulta innecesario hacer hincapié en él. Hace unos años, cuando el invierno empezaba a cornear los callejones y los parques y las plazas y los puentes, murió un indigente de cuarenta y tres años mientras dormía en el portal de una sucursal bancaria. Era Vicente. Nada más: sin apellidos. Hay gente que sólo tiene nombre. Parece una canción de Sabina pero es una