El foulard del alcalde de Ourense, como el del “mareado” juez Villares, parece una amenazante y envolvente boa constrictor a punto de asfixiar su cuello. El foulard, antecedente de la corbata, aunque lo parezca, no es una boa pero es prenda que comparte algunos de sus peligros sobre todo cuando uno se mueve en lugares con máquinas con su mecánica al aire. Isadora Duncan, murió en Niza en 1927, cuando la larga chalina-foulard que envolvía su cuello, quedo prendida en la rueda del coche descapotable en el que viajaba.Con todo, no hay que exagerar porque el riesgo no es excesivo. Los niños franceses, como informa la inevitable wikipedia, practicaban de manera un tanto controlada como temeraria en tiempos pasados, antes de las consolas, móviles y tabletas, un juego de asfixia en el que apretaban su cuello con uno de esos pañuelos alargados: le jeu du foulard. Sin duda, el alcalde no practica ese juego infantil francés ni lo necesita pues para sentir los efectos de la asfixia ya cuenta con Jácome que ni lleva foulard ni se le espera. ¿Jácome con un foulard?… Eso, habría que verlo.
El cuello fue la región corporal preferida para las muertes judiciales cuando estas penas aún estaban vigentes: ahorcados, estrangulados, guillotinados, decapitados, agarrotados… Todos los condenados fueron privados de sus vidas impidiendo que el flujo vital de aire y sangre que une cabeza y cuerpo que por ahí discurre siguiera haciéndolo. Alejados hace tiempo esos peligros judiciales el cuello sigue siendo hoy una zona delicada propensa a recibir en su parte interna virus y bacterias no siempre inocuas y el lugar privilegiado donde asientan las cuerdas vocales que nos permiten hablar. Bufanda y foulard, prenda un tanto tosca la primera y delicada la segunda, abrigan y protegen esa vulnerable región de males físicos pero quizás también, inconsciente y preventivamente, de “decapitaciones” simbólicas (destituciones) o de afonías no menos simbólicas (cese como portavoz)
De mayor exigencia vestimentaria que sus “parientes” cercanos, bufanda y corbata, este largo pañuelo serpentario casi siempre de seda, con colores al gusto italiano, es prenda delicada que exige delicadeza en las maneras y expresiones y el alcalde, las tiene y las evidencia. Para Jácome, la delicadeza en vestuario, maneras y expresión, es cosa secundaria por no decir superflua de la que desconfía. Convengamos en que se trata de una hipótesis muy improbable y atrevida pero si algún día Jácome se pone un foulard alrededor de su cuello, (incluso una corbata) se le afina la voz, se refinan su vocabulario, sus camisas y sus modales y saludará con un “bos días a todosetodas” en el pleno a sus colegas. Sería otro Jácome, claro, pero ya no, “el Jácome”. Sus colegas socialistas, al menos los varones, hoy un tanto retrasados en asuntos del vestir, hace tiempo que eliminaron de su vestuario de campaña la corbata que suponen prenda poco obrera, sin substituir las camisas blancas que la exigen por prendas más apropiadas que no precisen de ese complemento. El resultado es un look un tanto desaliñado que los identifica entre una masa anónima de diputados o concejales. Un diputado con chaqueta, con camisa blanca sin corbata… socialista. Se equivocan. Si quieren parecerse al pueblo, deberían ir a los plenos con chándal, deportivas, gorra de béisbol, un aro en la oreja y si es verano, en pantalón corto o vaqueros rajados que es ahora el vestuario popular que se expande con rapidez.
Tal vez por la ausencia de foulard, el estilo de Jácome es “desahogado”“muy desahogado” y vale para él lo que V.S. Prichet decía de George Orwell: Su virtud es que dice las cosas que es necesario decir; su vicio, que algunas de esas cosas es necesario decirlas con más consideración. Puede ser, pero frente a las “twiterías”, instagranes, selfies, facebooks, “poner en valor”, “hacer visible” y todosytodas con las que los correctos políticos nos aburren en su inanidad, la rudeza oratoria, gestual y vestimentaria de Jácome, es aire fresco, a veces huracanado, es cierto, pero aire fresco al fin.