El comentador de televisión española, de la Primera Cadena, comentarista infalible de la final de los 10.000 metros lisos de las Olimpiadas en Japón, ha soltado, con profusión de repeticiones, un, dos ,tres,…que nuestro atleta participante, un chico aragonés que antes de echar a correr podía ser un dechado de rapidez – y que ha quedado en la decimotercera posición- en realidad ha quedado en la treceava posición, muy trabajada, eso sí. Treceava posición. ¿O sería el haba número trece? Y después me dicen que no sea supersticioso. Un comentarista, becado por la televisión pública española, cobrando en euros flamencos, retrasmitiendo para unos cuántos, ¿cientos? ¿miles? ¿decienios? ¿decimomillotes? ¿millonisutos? ¿trigonitroscos? españoles, un acontecimiento deportivo, nos suelta, tan eufórico como el etíope que ganó y que para él no era el favorito, que nuestro representante soñador de medallas, ha quedado en la posición treceava. Bueno, me digo, podía ser peor. Podía haberlo dividido por un número primo superior y ya entonces los que recogen los estadios por la noche, las señoras de la limpieza niponas y niponos, no encontrarían los pedazos del infausto atleta y a ver qué le cuentan a la familia nuestros políticos entusiastas de los funerales de Estado, nunca apareció el cadáver. O quizá se trate de que el famoso y elegante Comité Olímpico español, en el que sobreviven los apellidos de antaño, quiere sortear entre los aspirantes a medalla algún puesto digno de consideración, supongamos la mitad de una medalla de bronce, o la seisava parte de una medalla de plata o la dieciseisava parte de una medalla de oro, comprado todo ello en la plaza de abastos, sección legumbres: “para que los chicos toquen a algo cuando se repartan los premios, pobrecillos, lo importante es participar, y que les lleven algo a sus madres, que sufren mucho”. Y lo peor es que, de todo aquel cónclave de microfónicos hombres y mujeres sin piedad, ninguno tuvo a bien corregir al charlante experto. Es para salir corriendo, a ver si logro alcanzar una veintidosava parte de la meta. Qué gran honor nacional y patriotiral me embargaría y me embragaría, porque alcanzar una medalla con la mano o con los pies o con el culo parece ser el gran acontecimiento de este verano, que no acaba de ser medalla de oro solar. Hasta el presidente, Vicente, y el jefe de la oposición, Ascensión, consiguen medallas olímpicas, uno en vacunación y el otro en ovinación. Unos jóvenes se han acercado hasta el Japón a ver si pueden ser héroes gozilla y los medios de comunicación nos llevan la cuenta de cuantos quebrados nos quedan por conseguir. Vamos a por la cuarta, por la quinta, por la centesimovigésima haba, y entrevistamos a la abuela, al cuñado que vino a cenar y al amigo de la infancia, que se quedó en el pueblo pero que él ya veía claramente que Josesiño era un hacha con la canica, y no se ha sorprendido en absoluto que haya conseguido esa medalla de bronce en lanzamiento al guá con la mano izquierda, y se lo merece porque ha entrenado mucho a pesar del reuma que le atacó los huesos durante la cincoava ola de esta pandemia.