NO podemos seguir así. Ese síndrome de ventanas rotas aplicado a las pintadas ya está tan extendido que amaneces un día con una fachada recién reformada y limpia ensuciada por este o estos gilipollas que campan a sus anchas por falta de vigilancia y persecución. De siempre nos moló mucho esto de no reprimirnos, recuerdo una ocasión en Madrid estando en casa de Emi, una chica blanca de Costa de Marfil, con varios amigos, uno que no era precisamente amigo y pasaba por ser poeta al que llamábamos Esopo levantaba la voz de una forma que Emi le pidió que la bajara; Esopo, muy digno él y muy progre, le contestó que si lo reprimía se iba y punto. Pues a buen lado fue a parar el tonto aquél pues Emi era joven pero espabilada y con un carácter suficientemente fuerte como para abrirle la puerta y … adiós. La verdad es que reprimir al que no se sabe comportar en sociedad es algo natural y positivo para el resto, y aquí, en esta cuestión de pintadas por Ourense, hace falta mucha más represión y coerción a base de multas importantes para que los imbéciles de turno jueguen a subvertir su espacio familiar enfrentándose con sus papás cuando estos tuvieran que hacer frente a unas multas cojonudas. Por cierto, el otro día volví a pasar por la calle Colón donde está el edificio de los constructores y parece mentira que éstos no se hayan puesto a la tarea de borrar una de esas pintadas que incitan a la violencia. Como si no les importara nada.
Y ayer presencié otro fenómeno típicamente ourensano de anarquía total en la disposición de las terrazas en la ciudad. A unos tanto y a otro tan poco, pues en ciertos lugares parece que las terrazas no deben tener límite alguno y en otros impiden la puesta de ninguna por peligrosidad según los agentes municipales. La verdad es que además de antiestética, la cosa no puede ser por razones, aquí sí, de seguridad vial. No hay aceras para los peatones porque se desvía a la gente por la vía al servicio de los coches y cuando nos topamos con uno, en este caso ambulancia, pues de la vuelta usted por donde quiera que por aquí no pasa. Es una vergüenza la falta de normativa y de reparto entre toda la ciudad para que los negocios compartan, pero Ourense está dejado de la mano de dios y ya veremos si hay nueva corporación que ponga sentido común a la convivencia.