Hay cosas que parecen no dejar de degenerar. Cuando creemos que ya han llegado a su cota cero, van y suman más sorpresas negativas donde menos se espera. Fui a dar una vuelta por Monteferro. Ahí se encuentran unas calas que si no conoces es difícil dar con ellas. Una, la más pequeña es ésta. Bajas por unas escaleras de madera estrechas y empinadas que parecen hechas solo para gente que no tiene problemas de movilidad, los mayores ni de coñas se pondrán a bajar. Pero es natural, su orografía es tal. Genial. Se hace, pues, una cala idónea para el amor. El amor de parejas jóvenes que aún no tienen cama propia para dedicarse a ello. Además, tiene unos currunchos donde protegerse por si viene alguien. Hasta ahí, a mi me parece cojonudo. ¿Por qué no? Todo el mundo ha sentido la pasión, el impulso, la necesidad de amar a quien cree que ama, aún sin datos más allá que la simple atracción, así que haya lugares donde dar rienda suelta a esta emoción es perfecto, y si, además, es una playa tan hermosa como ésta, pues más. Es idílico poder mantener una relación, sea conversación, sea acto de amor, sea juego o sea escrutando individualmente las estrellas, solo con el pensamiento y la imaginación, desde un arenal acogedor y hermoso como este de Monteferro. Pero hasta ahí llega el imbécil que no respeta al que viene detrás y quiere disfrutar la misma paz que disfrutó él en el momento que quiso estar; el imbécil quiere entonces dejar su huella en forma de pintada gruesa, con el trazo de deja leer que además de imbécil no respeta, no se entera, no puede amar siquiera el entorno que la madre naturaleza nos regala a todos. Una moda, sin duda, ésta de pintar lo que sea sobre piedras. Lo hemos visto en Santiago, nada menos que en su Catedral monumental histórica, pero también lo hemos visto en estas piedras de la cala que acoge desde tiempos inmemoriales a quien quiera. Un delito que debiera perseguirse más obligando al delincuente que se atrape a limpiarlo mientras estudia libros donde el respeto y la educación son principios básicos de convivencia. En fin, abrir los ojos es lo que tiene, se ven las cosas hermosas pero también las necias y feas. ¡Imbéciles!
- Sección: Noticias
- Publicado el 9 agosto 2018
- Por Moncho
La lacra que no cesa: botellón y pintadas
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