Como un toque de diana en aquél 81 de siglo pasado, de mili obligatoria y despertador temprano, a las seis me levanté ayer para llegar a la cita de Ortigueira de las 9:30H. Dos horas largas de viaje y no querer hacer esperar es lo que motivó el madrugón del carajo. La cita tan tempranera estaba justificada por la necesidad de cruzar la ría desde Ortigueira hasta la punta de Fornelos en marea alta, pues en baja muy posiblemente quedaríamos varados enganchado el motor en la arena. El objetivo era completar el viaje a Teixido en ese punto tal como lo hicieron los tres caminantes de 1.927 que escribieron Pelerinaxes.
Habíamos quedado con Álvaro, un licenciado en INEF que se dedica a hacer excursiones turísticas por la ría en su velero, con quien habíamos contactado a través del amigo Alberto de Paula que tiene vínculos familiares en la zona, que tenía dispuesta una barca con motor de 15 CV que pidió para la ocasión.
El paseo en barca, precioso, aunque estuvimos a punto de varar al querer acercarnos Álvaro a Mera. En este punto surgió el instinto marinero de Santiago Lamas que levantándose con el ímpetu de un corsario al abordaje, raudo clavó el remo haciendo palanca para coger calado nuevamente y así actuar el motor que nos empujaba; sentado en proa observaba la operación Manolo Montero, a quien delataba su pertenencia de tierra adentro sin contacto con el agua costera su fuerte sujeción a la barca con las manos bien asidas a la misma que solo soltó para bajarse de ella en puerto. Resultaba curioso observar en la barca el contraste gestual entre el que fue remero del Lérez y aquel que siempre pisó tierra, sobre todo en un momento que se levantaron olas por el paso de otra embarcación; en el primero disfrute, en el segundo mayor tensión en los brazos para reforzar la sujeción.
Volvimos a puerto, saldamos el coste del viaje y en una hora más o menos, salimos en coche de Ortigueira rumbo al cabo de Ortegal donde nos encontramos el sonido de la gaita.
Es Fran quien la toca y saca un sueldo platicando con los turistas que se acercan hasta el faro. En la playa de las Catedrales sacaba un pastón, días de 200 euros, pero estaba feliz ahora de vivir en esta parte de la costa.
Sin regresar por Cariño nos fuimos a San Andrés por una carretera que nos brindó unas vistas que son verdaderas postales de paisaje extraordinario.
Excrementos de caballo a lo largo de la estrecha carretera indicaba que deberían andar cerca como así fue, al igual que en lo alto de la montaña había numerosas vacas. Llegamos a Teixido y saludamos a Basi, que no dio tan buena tortilla la anterior vez que habíamos estado. Tenderetes, un autocar de turistas, el conocido de Ourense haciendo fotografías y acompañado de su hijo, todo ello resultaba como un parque temático. Cerveza y carretera. Volvimos hacia As Pontes por Cedeira por lo que Valdoviño lo pasamos sin detenernos pese a que allí habita nuestra amiga Marisa varios meses del año, los estivales. Pasamos por As Pontes y nos fuimos a comer a Villalba. Para los tres que fuimos, huevos fritos con patatas y un chorizo. En menos de media hora, de vuelta hacia casa, Ourense donde entrabamos a las cuatro de la tarde. Casi quinientos kilómetros recorridos pero con unas pausas de Galicia entrando por los ojos, con un paisaje que llena todos los sentidos.