En 1794, Xavier de Maistre, nacido en Saboya antes de su unión con Francia, militar y escritor, implicado en un affaire, decide resolverlo mediante la costumbre y no las leyes en un duelo a florete. Obligado a permanecer confinado en una habitación como pena, escribe Viaje alrededor de mi habitación, un recurso seguro contra el aburrimiento, una nueva manera de viajar sin inclemencias, ladrones, barrancos o malas posadas que ofrece al mundo. Advierte de que su viaje no será en línea recta ni planificado. Durante 42 capítulos, uno por cada día de encierro, describirá los libros, los cuadros, el escritorio, la butaca y el lecho. Dedica un capítulo a su fiel perrita y reconoce el placer y el alivio del aburrimiento que le proporcionan los libros de su biblioteca con sus mil personajes imaginarios su Milton, su Homero, su Virgilio, los Argonautas o los viajes del capitán Cook. El espejo de su habitación merece un capítulo entero. Es, dice, el mejor cuadro de todos, siempre imparcial y veraz que reenvía a los ojos del espectador las rosas de la juventud y las arrugas de la edad sin calumniar ni adular a nadie y lamenta que no exista un espejo moral que refleje los vicios y virtudes de quien al espejo se asoma. En su viaje, Maistre tiene un accidente imprevisto. Su silla de posta (su butaca) se desequilibra y lo hace caer impidiéndole como si un viaje real se tratase, llegar a su destino (el escritorio).
Esos 42 días de confinamiento es posible que no estén muy lejos de los que nos esperan a los confinados por este virus viajero que nos visita. No sé si hay que ser Maistre para convertir un encierro obligado en algo, sino divertido, no aburrido y creativo pero conviene intentarlo.
Hay casos más “heroicos”. Albert Speer, personaje de varias caras, que fue arquitecto de Hitler y Ministro de Armamento del III Reich, fue condenado en Nuremberg a más de veinte años de prisión. Los guardianes tenían prohibido dirigirle la palabra y sus compañeros de encierro tampoco le hablaban porque en el juicio, Speer había aceptado su responsabilidad durante la época hitleriana. Speer, que podía caminar en soledad por el patio de la cárcel media hora al día, decidió recorrer imaginariamente a pie el mundo. Con guías de viaje, enciclopedias y mapas trazaba cada día su recorrido aprendido en los libros y evocaba edificios, monumentos, paisajes, y personas mientras daba vueltas al patio de la prisión. Así, atravesó Siberia, cruzó el estrecho de Bering, bajó hacia el sur por América y detuvo su viaje cuando fue liberado. Estaba al sur de la Guadalajara de Méjico. En su Diario de Spandau reconoce que no hubiera soportado esos seis mil días iguales unos a otros sin ese viaje imaginario a pie. Speer salió psicológicamente indemne de su encierro y se hizo rico con la publicación de sus Memorias y de su Diario.
El libro de Maistre tiene 100 páginas y fue escrito en 42 días de confinamiento. El de Speer, casi 500 y fue escrito en veinte años. Hay que confíar que lo que escribamos, si escribimos algo, esté más cerca de Maistre que de Speer. Por varios obvios motivos