Calvino, el reformador protestante, llamaba con desprecio “nicodemitas” a quienes ocultaban sus ideas y creencias cristianas reformadas en público reservándolas para la intimidad familiar o del grupo de adeptos. El término venía de los evangelios donde se habla de Nicodemo, un fariseo amigo y partidario de Jesús que, temeroso, escondía sus ideas por el día y “sólo visitaba a Jesús de noche”. El nicodenismo, con ese nombre, con otro o con ninguno, tiene una larga historia. Lo practicaron los marranos españoles que se quedaron en España después de la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, los chiitas en territorio sunita, los comunistas en la clandestinidad y así. En el Islam tenía su propio nombre, la taaquiyyah o dismulación legítima, recurso muy socorrido por la minoría chiita alawita en Siria hasta que tomaron el poder Hafez y Bashar al-Assad miembros de esa minoría hoy en guerra civil con los sunitas.
Esta antigua técnica de supervivencia, suavizada, es ahora práctica común en países como el nuestro donde el deterioro económico, político y moral de la situación, va eliminando los matices en las opiniones en la vida diaria hasta reducir las ideas a consignas simples que se defienden con gritos, acosos e insultos. Amigos de toda la vida, se callan y disimulan sus creencias para mantener unas amistades que quizás, no valdría la pena mantener. Se ven así, obligados por razones de convivencia, a callar o a decir lo que no piensan y pensar lo que no dicen. Es cosa sabida que cuando la situación se crispa, la primera víctima son los matices y sin ellos, dominan la vida pública los histriones escandalosos, los déspotas iletrados y los populistas demagogos.
Indro Montanelli, cuenta en sus memorias, que abarcan casi en su totalidad el siglo XX, que muchos de sus problemas con colegas y lectores venían de aquellos que confundían los “noes” dichos a hombres y cosas, con “síes” dichos a sus contrarios. Decir ,”No”, a lo que puede representar Podemos o el BNG, no es decir “Si” al PP o al PSOE pero son estos matices, aunque evidentes, y es la neutralidad de los hechos, (ahora siempre cargados de ideología y sesgados) lo que se ha perdido, y conseguir que sean reconocidos es asunto fatigoso y casi siempre inútil entre otras razones, por las recordadas no hace mucho en estas páginas por Alfonso Mato en ocasión de las memorias de Maurycy Beniowski: Por cada página de embustes son necesarias tres, cuanto menos, para desmentirlas, así, que, el nicodemismo, también llamado, clandestinidad, por razones de supervivencia, está de vuelta. Éche o que hai…polo momento, espero.