Hay una sutil diferencia entre “fiel” y “leal” que confunde a muchos políticos y no sólo a los políticos. Es fiel, y es palabra que acompaña con frecuencia a “servidor”, y se trata aquí de asesores y subordinados, el que obedece las órdenes y mandatos de su jefe sin expresar sus reticencias si las tuviera o advertir de las posibles consecuencias que pudieran provocar. No duda, no objeta, no advierte. Es alguien que cumple y calla. El político tiene la seguridad de que, lo que ordena, se hará.
Es leal, quien cumple lo ordenado pero avisa de los posibles errores y consecuencias de las decisiones tomadas y abandona su cargo sin denuncias ni lamentaciones cuando las órdenes van más allá de sus principios. En general, el leal obedece más a unos principios, un programa o unos fines que, a las personas encargadas por mandato popular de llevarlos a cabo. El fiel, si tiene que elegir entre principios y personas, se quedará con las personas. El leal, con los principios cuando estos no son cumplidos por la persona.
Los políticos, al menos los caciquiles, tienden a confiar en los fieles y desconfiar de los leales, pero es el fiel el que los lleva al fracaso, no el leal. Sin necesidad de mucha reflexión, todos conocemos numerosos ejemplos locales de esta escueta tipología que suele acompañarse en el caso del político en el poder, de un trato especial a los posibles votantes. Una de las variantes del caciquismo más difíciles de erradicar es la que combina la afabilidad personal con la corrupción institucional. Toda la ira, todo el malestar provocado por las designaciones a dedo, las trampas en las oposiciones, los contratos amañados, se ve incapaz de manifestarse o queda apagada, cuando el responsable de esas concesiones tramposas nos recibe entre abrazos y bien dispuesto a hacer por nosotros todo lo que “esté en su mano” que casi siempre, pero no siempre, es, nada. ¿Cómo atacar a quien nos recibe de ese modo?. Decía Cioran que una de las maneras de bloquear los insultos o las maledicencias de alguien es hablar bien de él por todas partes. Tarde o temprano ese hablar bien llegará a sus oídos y entonces …¿Cómo seguir difamando a alguien que habla de ese modo elogioso de nosotros?… O nos recibe afable y con abrazos, podríamos decir…