Las órdenes son concisas y breves, dice Demetrio en su libro Sobre el Estilo; las súplicas y lamentaciones, prolijas, añade. Pero Marco Aurelio recuerda la súplica de los atenienses: Envíanos, amado Zeus, la lluvia sobre nuestros campos y llanuras. A Marco Aurelio le parecía que, “o no hay que rezar o hay que hacerlo como los atenienses, con sencillez y espontáneamente. No sé si la traducción es fiel al griego original en el que este emperador estoico escribió sus Meditaciones pero, “Envíanos”, es un imperativo que hace de esa súplica una orden y su brevedad no es menos concisa que lo que Demetrio exigía a las órdenes. Lo de “amado” parece un ornamento retórico pacificador más que otra cosa lo que en la Atenas clásica de los sofistas no es de extrañar.
. El catálogo de palabras que pretenden influir sobre los humanos, los dioses o los elementos naturales es amplio y diverso: exorcismos, plegarias, conjuros, maldiciones, por no hablar de los performativos en los que decir las palabra son los hechos: Si quiero, (en una boda), prometo o juro (en un juicio) son actos tanto como palabras.
La ciudadanía que hoy vive en el país soportando la epidemia y la incompetencia de sus gobernantes ha recurrido a todo el repertorio desde las súplicas a las maldiciones para intentar influir en sus padeceres, sin demasiado éxito.
Envíanos, amado Zeus, el fin de la peste sobre nuestros campos y llanuras…
Por probar que no quede.
Conviene confíar en Homero: Ellos eran accesibles a los dones y aplacables con los ruegos que se lee en La Ilíada.