Estamos en una época de nervios. Natural como la propia pandemia, que nos desasosiega. Todos ignorantes, o mas bien con la guardia bajada ante lo que nos llegó fuera del alcance de nuestra potencialidad humana. Porque, a pesar de que nos lo creamos muchas veces, no somos dioses. Somos humanos con tantos defectos como los que nos informa la propia historia de los pueblos. Y de pueblos va la cosa, con la última polémica a raíz de unas declaraciones de Núñez Feijóo respecto a arbitrar medidas que cierren territorios en caso de rebrotes del coronavirus. Estas declaraciones que muchos interpretaron que señalaban, fundamentalmente, a los madrileños como posibles mayores transmisores de la enfermedad a otros lugares en su éxodo vacacional hacia la costa, no fueron bien recibidas por algunas personas de dentro y fuera de Galicia, incluyendo a la presidenta homónima madrileña, señora Ayuso. Enseguida, para frenar un desbocamiento del caballo, la explicación de Núñez abriendo los brazos de Galicia a los madrileños turistas que se allegan cada año a nuestra tierra, porque no hay que ser muy listo, además, para percatarse de que si nos faltan ellos, nos falta también su ingreso y no es que Galicia, precisamente, pueda prescindir fácilmente de esta partida para equilibrar presupuestos. Pero, a mí lo que me importa más de esta actitud que forma cuerpo en nuestro pueblo cuando tenemos miedo, o cuando realmente sacude de lo lindo un brote que vemos mayor en otro sitio, y que consiste en renegar de otros españoles cuyas raíces son tan legítimas como las de cualquiera que seguimos viviendo en Galicia, únicamente por pura conveniencia puntual; lo que más me importa, decía, es que nos olvidamos que muchos hijos, nietos, primos, tíos, hermanos, amigos, vecinos de siempre, que viven en Madrid, viven allí porque su tierra no le ofreció mayores posibilidades para quedarse en ella. Si antes fueron los emigrantes a América o centro de Europa, ahora son los idos a Madrid y otras partes de España buscándose la vida. Y a estos gallegos, ¿tenemos los cojones de decirles que no vengan a Galicia, por si las moscas?; pues las moscas se las meten algunos por donde les quepa. Además, si hay miedo, que lo debe haber porque esto no ha acabado, el miedo es generalizado y por tanto debemos insistir en que toda precaución es poca en todo el país; y si el miedo nos lleva a cometer errores, ¿para qué adelantar una semana este pase a la reserva de la pandemia en Galicia? ¿Acaso no se pudo esperar hasta el lunes, que se levanta el estado de Alarma en todo el país, para caminar sin declaraciones que sobran? Las elecciones tendrán algo que ver, y ser protagonistas por ser los primeros en algo en España también. Nadie está libre de pecado, por tanto sobra cualquier declaración, aún bien intencionada, que pueda dar lugar a falsa interpretación, porque no está el momento para más bollos y crispaciones, ya nos llegan las que provocan con su forma de entender el ejercicio de su oficio los representantes políticos de la nación.
Tiramillas