Estimado Moncho:
Ser agorero y sospechar funestos tiempos futuros es tarea fácil y poco arriesgada. Si los hechos anticipados se cumplen, hete aquí convertido en visionario feliz, o aún mejor en profeta bíblico de hoja parroquial. Si no se cumplieran, qué gran alegría, nadie se acuerda para nada de lo que se suelta por la boca, sacándole la lengua al público, o escribiendo papelinas en el muro de las lamentaciones, porque casi nadie tenemos memoria. El pesimismo es contraproducente.
Aún así me arriesgo, amable Moncho: esto va por mal camino, acabará como el rosario de la Aurora. La cacareada regeneración democrática ha sido olvidada por las propias gallinas que, después de tomarse un buche de agua en el bebedero de patos de San Jerónimo, siguen buscándose piojos entre las alas, y gusanos en la tierra. Los que estamos tan lejos de Madrid, pudridero de todas la Españas, no somos capaces de adivinar por donde van a ir los tiros. Somos unos desconocedores, unos puros ignorantes, unos paletos. Para estar en la Honda, a Madrid chicos. Allí, en aquella olla a presión llena de huesos y de vivos cadáveres, los políticos y los periodistas, los jueces y los gánsteres, cuecen la política de todo el país para que los pobres provincianos tengamos algo que llevarnos a la boca, una sopa de letras incomprensible que nos deja con la boca abierta mientras intentamos digerir los sapos que nos hacen tragar. La regeneración democrática consiste en insultar nuestra inteligencia, que a poca que tengamos siempre es superior a la de ellos. La regeneración democrática consiste en nombrar a los mismos de siempre y a sus yernos. El nepotismo campa a sus anchas. Los herederos de los antiguos tecnócratas son ahora los nuevos relojeros. Aquel sabio, don Serafín Moralejo nos decía a sus alumnos, tan duros de mollera como de corazón, que con paciencia , visitando departamentos y haciendo la pelota a gente apropiada, un cocodrilo lograría licenciarse en Geografía e Historia. Afiliado a las nuevas generaciones de cualquier partido un cocodrilo puede llegar a ministro, a diputado, a senador, a presi guay de un sindicato chachi, basta que espere su oportunidad. Los cocodrilos tienen mucha paciencia. La política en este país la hace el Libro de Familia, el carné de afiliado, los alcahuetes rotativos, y los reptiles que navegan por las cloacas. Y los caciques, que nunca mueren. La regeneración democrática da miedo. Menos mal que hay un astronauta que ha aterrizado en el Consejo de Ministros en cohete en lugar de en audi. Debe estar alucinando. Durará poco. En Madrid siguen mandando los políticos catalanes, como antes, durante y después de la guerra. Como en la Escopeta Nacional, siempre andan vendiendo ascensores a los dueños del billetero, que cada vez es más de ellos; únicamente van a dejar la foto con los niños y la parienta.
La regeneración es echar al dulce olvido sólo al que pescan con las manos en la masa. En Madrid el que la hace la paga, pero sólo si lo tuyo es muy feo. Tres padrenuestros, un avemaría y vete en paz hermano. En las provincias senatoriales, los centuriones, los decuriones y los legados imperiales hacen lo que les da la gana, mientras no pequen delante de los niños y no bajen de precio los votos.
Y aquí, a este lejano lugar de Lababia, llegan las noticias y los decretos como pasados por las elipsis de una mefítica sordina. Vosotros a trabajar, a pagar impuestos y a hacer yoga.
Ya está bien, que nos devuelvan el Museo del Prado y se queden con la Almudena y sus inquilinos de primera, de segunda, de tercera. Ah, que se queden también con el Real Madrid y con la M30. Y que, de una vez, empiecen a regenerar a su Ilustrísima madre patria y a sus parientes cercanos.
Lázaro Isadán