EL propietario de ese puticlub virtual que pide “liberar el culo de las mujeres” no ha visto su machismo reprimido por la “nueva” política. Al contrario. Le dieron la gestión de la Casa da Xuventude compostelana para que pueda ir aleccionando a los chavales y chavalas en sus practicas. Su contrato es todo un homenaje a la neolengua orwelliana que suele utilizar parte de esta gente. Se trata de “un servizo de encontro e taller de producción comúns e instituintes”. Puede significarlo todo y no significar nada como toda la terminología de una corriente política que invoca al pueblo, pero que procura dirigirse a él en una jerga jeroglífica que el pueblo no debe entender. El contratado es mucho más explícito en su casa de citas pornolab.org, versión zafia y lumpen de las Cincuenta sombras.
Sin embargo lo más discutible de este animador que confunde la cultura con un obsesivo mundo de coños, pollas y traseros no es eso, sino la declaración rebelde en la que confiese solemnemente que lo que le gusta es “tocar las narices al poder”. No son las narices las que toca, sino el bolsillo. No está contra el poder porque el Concello que lo ficha es poder y trabaja para él sin problema. Tampoco parece correcto considerarlo un antisistema ya que él está dentro de un sistema, no menos sistemático, que promociona con dinero público actividades que la izquierda siempre consideró propias de la marginalidad y el gamberrismo. Es curioso que el mundo populista haya sustituido el sujeto colectivo clásico de los progresistas (proletariado, trabajadores, desfavorecidos) por una amalgama social en la que menudean esos que siempre se llamó jetas.
Admirémoslos por su habilidad para convertirse en bufones de la nueva política sin más creatividad que la mera provocación, el escándalo y las cosas escabrosas. Se han dado cuenta de que el ansia de los contratantes por “épater le bourgeois” es terreno abonado para cualquier mamarrachada. En el citado puticlub virtual se denigra hasta extremos inconcebibles la imagen de la mujer, se la cosifica de forma grosera, pero su artífice está blindado contra cualquier crítica porque otra característica de la nueva política es la incapacidad para admitir errores y depurar comportamientos reprobables. Quien ataca a uno de los suyos es ubicado de inmediato en el pensamiento reaccionario. Un imputado o investigado normal es culpable, mientras que un imputado o investigado del clan es una víctima del sistema. Este animador cultural lo sabe y se aprovecha. Enhorabuena por sus producciones “comúns e instituintes” y a seguir tocando lo que sea.