Estimado Moncho:
Un veterano médico, curtido en mil mataduras, aconsejaba a una colega, novata en Urgencias -ese departamento del hospital que es como un frente de la guerra de trincheras- diciéndole que pasase lo que pasase, jamás discutiese con una puta, porque siempre iba a llevar las de perder. Me vino esta anécdota a la mente cuando me pasó por delante de los ojos y los oídos una entrevista que una periodista, seminovata en este caso, le hacía, en la Sexta TV, a un negacionista de la epidemia del covid 19, un profesor de yoga al que el yoga no parecía que se le hubiese subido a la cabeza. Discutir con ese tipo de individuos hace llevar siempre las de perder a la gente con una cierta dosis de razonabilidad. Quién niega que la tierra sea redonda (más o menos), que los animales y las plantas evolucionan (a duras penas), que el hombre no procede de Adán (o de Eva), que los libros sagrados son tan sagrados como la libreta del tendero, que dios no se dedica a levantar santos del suelo y llevárselos al cielo, que no hay microchip en la vacuna de la gripe, que cuando llueve cae agua de arriba a abajo, que los extraterrestres no construyeron las pirámides… quienes descreen de todo, son la prueba irrefutable de que la estupidez humana es insondable, es inaccesible a razón, a coherencia, a discusión inteligente. La periodista, recién duchada y maquillada, salió del asunto con otro baño no previsto de mamarrachez en aspersión, porque no se había preparado en absoluto para aquella farfolla mística. Incluso, cuando al yogui le patinaba la deambulante neurona, su argumento era el ataque verboso, directo a la sien. Un amigo mío decía que, frente a los imbéciles, el único argumento equiparable al de ellos es una buena hostia, con perdón. Aunque uno a veces tiene ganas, no hay que dejarse llevar por las prisas y es mejor adoptar el método tuareg, no decir nada y dejar al parvo con la palabra en la boca, a ver si se ahoga. No sé a qué viene dar cancha, en las teles subvencionadas, a todo tipo de anomalías; se debería dejar que fuesen los puritanos de Gran Hermano y Hermana los que les hiciesen las entrevistas: el espectáculo sería fanfarrioso y delirante, mucho mejor que una confesión bajo tortura del Gran Mariano Ozores. Pero no lleguemos a tanto, dejémosles en paz, esa paz interior que sólo se consigue a través de posturas del Oso Yogui, hilo directo con el Nirvana del cerebro calvo, es decir, de la calaverada. No, no hay que llegar a tanto. Internet pone y quita presidentes en el país más expoderoso del mundo, a través de noticias falsas, de bombardeo de idiocias que calan en los alelados como una lluvia ácida, mansa y desapercibida. Ya no queda una sola verdad en el mundo, todo es postura erótica con lengua y dedos. Dejar que los tarugos salgan al balcón de los medios de comunicación a arengarnos, sin cobrarles nada, da idea de lo bajo que hemos caído. Hay que reivindicar una vacuna contra este otro virus de la necedad, porque sino estaremos definitivamente perdidos. Y que alguien se atreva a negarme esto…
Atentamente,
Lázaro Isadán
1 comentario en “Cartas desde Lababia (26/08/2020)”
Absolutamente de acuerdo, amigo Lázaro. La idiocia está creciendo a marchas covidianas y desde las teles las engordan como cerdos por intereses espurios o porque son los primeros idiotas de todos.