Finalizando una de mí esporádicas intervenciones en la tertulia de los miércoles en la radio de Elcercano surgió el tema que da título a estas reflexiones, continúe dándole vueltas y me di cuenta que durante los últimos años dos palabras, y sus correspondientes efectos, han dominado el entorno en el que vivimos. Una es el pragmatismo, me refiero al movimiento surgido a finales del siglo XIX que concibe que sólo es verdadero aquello que funciona, que resume muy bien el diccionario: “actitud y pensamiento que valora sobre todo la utilidad y el valor práctico de las cosas”. La otra es praxis, puesta en práctica por el pensamiento político surgido del Carlos Marx cómo conjunto de actividades para transformar el mundo, y que según esta filosofía es la historia concreta de los hombres. Ambas fueron aplicadas a lo largo del siglo XX, con mayor o menor fortuna. Pocos acontecimientos se apartaron de esta senda, aunque en el ser humano late algo consustancial con la humanidad, la búsqueda de lo imposible, de lo inalcanzable, descrito ya en a la antigüedad por Platón en “La República”, y siglos más tarde por Tomás Moro en “La Utopía” o cómo lo tituló “Libellus. De optimo reipublicae statu, deque nova insula Vtopiae (Libro. Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía)” publicado en 1516, que es lo que vivió con plenitud durante toda su vida, consecuencia de otro utópico Jesús de Nazaret, cuya huella ha estado presente a lo largo de estos 2.000 años marcando la cultura y la ciencia en el mundo occidental, nos guste o no nos guste.
Toda utopía por su definición es irrealizable, es una meta y una finalidad necesaria que nos aporta la fuerza para alcanzarla, sobre ella el escritor francés Anatole France escribió: “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor”. La historia a través de la filosofía, la literatura, los movimientos sociales, las revoluciones, la ciencia… nos puso ante la disyuntiva de elegir entre lo utópico o no, lo que ha producido grandes avances en todos los terrenos. Recordemos la gesta de Cristóbal Colón y los que creyeron en él, los doce pescadores del inicio del cristianismo, la idea existente de la unidad europea buscada por Carlomagno.
Galicia no se queda atrás, los mouros primero y posteriormente los celtas han dejado huellas a lo largo y ancho de Galicia. Toda la zona de Finisterre romana (hoy Fisterra), a Costa da Norte, San Andrés de Texido, ahora santuario, como otros lugares mágicos convertidos en cristianos, ejemplo de todo lo que utópicamente creemos que se puede realizar, desde la visita obligada en vida o después de muertos, hasta la hierba para enamorar. Más recientemente tenemos los Irmandiños en el siglo XV, adelantados en la lucha contra la opresión. A una mujer se le ocurrió durante el siglo IXX escribir tal cómo hablaba el pueblo, Rosalía de Castro, con su poesías en gallego será para siempre un hito histórico, siendo mujer en aquella época defendió el trato que nuestros antepasados recibían en los campos de Castilla: “Castellanos de Castilla, tratade ben ós galegos; cando van, van como rosas; cando vén, vén como negros”, tampoco se quedan atrás Curros Enríquez, Castelao, Otero Pedrayo, Blanco Amor,… ¡nuestros emigrantes!. En Ourense hemos disfrutado de muchos, citaré al último, Moncho Conde-Corbal con su empeño en realizar un largometraje, “9 Olas”, con la simple aportación de las personas que colaboren de forma individual.