El resultado del referéndum sobre la independencia de Escocia estaba cantando desde que las casas de apuestas daban el 80% de posibilidades de victoria del No. La intervención final del Primer Ministro David Camerón en Aberdeen, cuna del petróleo escocés y fuente de su riqueza, fue dura explicando claramente lo que hubiese sucedido de haber triunfado el Sí y yendo a donde más le duele a cualquier británico: no habría vuelta atrás, sin pasaporte británico, quedarían fuera de la libra, sin ningún comercio con el resto de UK, fuera de UE, no se pagarían las pensiones, no dispondrían de ejército, las bases militares se trasladarían de lugar y tendrían frontera internacional. Con anterioridad las grandes empresas habían anunciado su marcha, llama la atención la del Royal Bank of Scotland. Los tres partidos de Westminster se mantuvieron unidos y ofertaron más autonomía para Gales, Escocia e Inglaterra, lo que volvió a reiterar Camerón, es lo que aquí conocemos café para todos. Todas estas actuaciones fueron más fuertes que el impulso juvenil de los defensores de Sí que aún se movilizaron decenas de miles el día anterior a la votación, y que las discrepancias religiosas católicos-anglicanos, cómo se vio en el triunfo de Sí en Glasgow y del No en Edimburgo.
El Partido Nacional Escocés (Scottish National Party-SNP) minoritario en 1980, creció hasta alcanzar la mayoría por las crisis de los 80, 90, la actual, y especialmente por las duras acciones tomadas por Margaret Thatcher y las promesas realizadas por Tony Blair de más autonomía, hechos que alimentaron las ansias de recuperar la independencia de 1707, sin darse cuenta que tres siglos han cambiado el mundo y ya no es posible vivir en la cuasi autarquía de esa época cómo le recordaron los que votaron No. La campaña ha sido tan dura que el The Daily Telegraph en una editorial definió el futuro: Bitter Together (Amargados Juntos); jugando con las palabras de slogan pro no Better Together (Mejor Juntos). Es muy curioso, quizás estudiando la historia de los diferentes movimientos no tanto, que los que quisieron romper el Acta de Unión de 1707 bajaron la edad de votar a los 16 años, permitiendo el voto de todos los ciudadanos de la UE y de los residentes no escoceses originarios de la Commonwealth, aunque acabasen de llegar a Escocia con el único requisito de inscribirse en el censo.
Este resultado apaciguará el mundo Occidental, que presionaron a favor del No, puesto que entre otros Quebec volvería a reclamar la independencia, y posiblemente Córcega en Francia, sin descartar Bretaña, Flandes en Bélgica e incluso la Padania en Italia. Espero que los haga pensar en la toma de decisiones y que sus gobiernos tengan en cuenta más a los ciudadanos.