…”largo nacerse, oscuro y tenso, como la luz”.
Eduardo Moga. “Cuerpo sin mí”.
El dolor enseña la paciencia – libre de evaluaciones y reservas – abierta en su receptividad y creativa en los gestos más pequeños. El dolor distorsiona la realidad. Puede verse el sonido y oírse la luz y esta percepción alterada expresa la naturaleza humana con más intensidad que la percepción fiel al registro lógico. El dolor es concéntrico, amplifica gestos antes ignorados, aísla y excluye. El dolor intensifica analogías insospechadas e impide la concentración en algo que no sea su propio sonido. Cuando se atraviesa ese primer estado es posible trabajar con su naturaleza más sutil.
El proceso creativo representa un camino de búsqueda bajo formas soportables a los sentidos. Es un acto de comunicación y acción social. También es lo contrario, un absoluto indecible. ¿Dónde se inicia el proceso?. ¿En qué momento del tiempo?. Todos podemos transformar el sufrimiento en acción que nos impulse y reconstruya desde la atención plena a nuestro dolor. Acogiéndolo como si se tratase de un recién nacido. Acompañando el sufrimiento del otro. La incapacidad surge de la imposibilidad de abrazar lo que sentimos. Cuando aceptamos nuestra vulnerabilidad, los límites se transforman en capacidad creativa. Todos los creadores que nos precedieron han dejado un legado a nuestro alcance. Sus obras son visión. Desde su aparecer nos otorgan una nueva forma de ver que se incorpora a la nuestra. En ese sentido nos amplían, nos hacen mejores y más capaces de comprender. Ese es el profundo sentido de una creación. Su autenticidad y con ella el impulso de llevarnos más allá de nuestros límites.
©Cruz López Viso, 2007.