Escribí este texto “El cuaderno de Laila” en el año 2009 después de ver un documental sobre la vida de los niños aprisionados durante los bombardeos en Gaza. Sentí el sufrimiento de esos niños como si fuera mi propio dolor.
El cuaderno de Laila
“Me llamo Laila Zahru vivo en el barrio de Al-Remal en Gaza. Tengo 12 años. Escribo en un cuaderno que llevo siempre conmigo. Mi abuela Sumaya y mi abuelo Mahmud viven en los muros que se conservan de nuestro hogar. Ella me cubre por las noches con su gran cuerpo. Al despertar subo a una de las azoteas que resisten los ataques para ver como está mi ciudad que cambia cada día y se va cayendo de tantos golpes. La primera luz cubre de diamantes el mar. Veo esa luz blanca y sueño la vida que no tuve. En el temblor del agua imagino los olivos y la tierra recuperada de sus heridas.
Grito y nadie me escucha. Tiemblo y nadie me abraza.
Vuelo subida a un columpio que se mueve sobre los escombros. Sueño que puedo volar sobre todo lo que está muerto y en ruina. Me columpio y hago piruetas como una trapecista. Cuando despierto escucho mi respiración y reconozco los muros, el barro, las ramas secas de los olivos y los restos de nuestra vida reflejada en los objetos. Sé que estoy viva. Vuelvo a dormir con el olor de Sumaya. Apretada a su vientre como si fueran los olivos quienes me cubriesen. Solo un instante duermo y escucho a Sujud decir que nuestro padre ha muerto. Recibo una descarga que despierta mi corazón galopante fuera del pecho. No sé dónde estoy. Abrazo el cuerpo de Sumaya. Sé que estoy viva. El dolor me recuerda esta vida tan llena de muertes.
Hacemos unos bultos con lo que nos queda y nos movemos hacia el Campo de refugiados de Nusairat. Viviremos en un lugar más seguro. Nos dicen. Vamos hacia otro lugar dentro de esta tierra peligrosa. Asusta mirar el cielo. He olvidado el hambre y la sed gracias al cuaderno azul que me regaló Zuhdie. Escribo y pinto todo lo que existe dentro de mí. Sumaya me calma cuando le enseño los dibujos. Acaricia mi frente con sus manos grandes y me mira desde sus ojos oscuros cuando me peina con sus dedos para que el cabello no se pudra y me dice sigue dibujando Laila, mi pequeño resplandor, mi flor cautiva, mi tesoro. Necesito las manos de Sumaya para sentir mi cuerpo. Soy una niña aunque a veces sienta que todo se ha perdido. Como si la vida hubiera pasado ante mis ojos y ya estuviera muerta y esto que sucede cada día fuese un sueño donde estoy encerrada. Mahmud mira hacia dentro. Hace mucho tiempo que no habla. Sumaya dice que ha perdido la esperanza. Quedamos nosotras para sostenerlo. Sumaya es como un gran árbol. Su piel es como la corteza de los olivos. Su cuerpo nos cobija.
Zuhdie pintaba en pañuelos cuando estaba encarcelado. Pañuelos que le entregaba a mi padre para que el mundo supiese la verdad. En los pañuelos escribía su historia. Era su forma de resistencia. Era mi amigo. El me regaló este cuaderno donde dibujo y escribo. Presta atención y te convertirás en lo que retratas, serás el trigo, presta atención, serás el agua, el cielo y el mar, la arena y los caballos abriendo el aire. Cuando pintas no hay límites, ni destrucción, ni bombas. Puedes tener todo si prestas atención. Zuhdie me decía esto cuando me regaló el cuaderno.
El cielo está muy azul. Duele mirarlo. A mi alrededor los niños juegan descalzos. Hace días que no hay bombas ni muerte. Los túneles siguen acercando las provisiones. Pocos pueden entrar y no podemos salir. Estamos encerrados en esta habitación sellada que es Rafah. Ahora los niños hacen volar cometas de colores que han construido con lo que encuentran. El aire se llena de cometas y de gritos. Estamos alegres. El cielo nos sonríe”.
Entre los escombros de la ciudad de Rafah – en la franja de Gaza – encontré un cuaderno azul que al abrirlo tenía un nombre, Laila Zahru. Debajo estaba escrito…”si muero antes de despertar”…
Cometas, estrellas y árboles inundaban sus páginas.
©Cruz López Viso, 2010.