Aquí no se salva nadie, o casi nadie porque siempre hay amigos, de lo ajeno o del gobierno, que se colocando de miedo, pero un miedo distinto al malo que produce angustia y que sentimos el resto de trabajadores, sobre todo si son autónomos o pequeños y medianos empresarios. De entre estos hoy saltaron a las televisiones desde el País Vasco, y más concretamente Barakaldo junto a tres ayuntamientos colindantes, los propietarios colocando en las puertas de sus bares y/o restaurantes una esquela sobre sus negocios. Porque en las condiciones de reapertura con coronavirus muy pocos pueden salir adelante, si respetan las condiciones de higiene y salubridad que se imponen. Y que naturalmente se imponen porque son lógicas, puesto que la distancia entre mesas es fundamental para alejar entre sí a las personas que hacen uso de ellas y porque lo contrario sería un suicidio.
El problema está viciado por una permisividad absoluta de la autoridad en dejar que las terrazas invadieran cada día más el espacio público en favor del negocio privado. Y así brotaron ellas, las terrazas, como setas en un otoño político de caída y decadencia de los representantes públicos, pues por alguna oculta razón ninguno quiso regular de alguna manera la proporción; ¿por impopular?, ¿por corrupción?, ¿por vagancia natural en este colectivo?…, ¡qui lo sa!; desde luego, sí sabemos que con la complicidad hedonista de una sociedad que no quiere construir cada día el futuro sino vivir repanchingada en un presente dudoso y demasiado incierto. La falta de control hizo que proliferaran mas bares que habitantes tiene la plaza, entre otras cosas porque el espacio público no se cotiza al precio del metro cuadrado de local que da soporte, ni siquiera es necesario demasiados metros cuadrados para conseguir un buen espacio en esa plaza, porque el uso y costumbre no guarda la mínima proporcionalidad. Un absurdo que nos llevó en la problemática local de la hostelería a la misma situación general en España de querer vivir de sol y mar en el inmenso arenal en que convertimos España. Poca industria creada por nosotros mismos y mucho sol generado por un astro rey que nos ha alimentado de carallo. Resultado de ambas cosas, pues el drama actual, que sin terrazas no hay negocio, sin sol para turistas poco o nada.
Pero bueno, con las crisis ya es antiguo lo de las dos posibles salidas: quedarnos quietos esperando a que pase y volver a lo mismo, o adentrarse en lo desconocido buscando la salida. Sera cuestión de carácter o personalidad, pero es verdad que ahí están dos formas de encarar una crisis. Ahora llega la propuesta del alcalde de Madrid para peatonalizar algunas calles importantes de la capital y habilitar más espacio para las terrazas de los bares. Esta es la primera fórmula dicha, que busca volver al día antes de surgir la crisis y si te he visto no me acuerdo; en principio no parece estar mal, porque parece que aquí se trata de inflar de nuevo estos aforos, a costa de un espacio público todavía mayor que el anterior, sin percatarse en que la base para que no pinche el globo ha cambiado, los clientes no serán los mismos ni su consumo se sostendrá en un tiempo duradero. La segunda fórmula de adentrarse en lo desconocido puede ir de la mano de reducción de impuestos a esas terrazas con aforos inferiores, amén de unos precios de consumición mucho más altos, y una ampliación de terrazas en otros espacios, a lo largo y ancho de la ciudad y no solo en los centros neurálgicos de desarrollo turístico normalmente, y no apreciados hasta la fecha como son las zonas de aparcamiento enfrente de esos mismos bares.
¿O es que tiene que estar todo concentrado en el mismo lugar? ¿No pueden hacerse atractivos otros espacios en zonas fuera del cogollo de una ciudad? Claro, si no les dejamos las mismas posibilidades, al factor ubicación se le añade, para más inri, el factor del olvido y la marginación.
Pero, no sólo el factor terrazas resuelve el problema, si es que tiene solución, pero al menos intentemos otras cosas nuevas y que pueden resultar tan positivas o más.
¿Por qué el Gobierno no toma una medida excepcional y temporal por un año al menos, o dos, de apoyo al sector de hostelería, tan importante en nuestra Nación, y concede al propietario arrendador la exención de tributación por el total del ingreso por este concepto siempre y cuando ese montante se descuente del precio de alquiler al comerciante? Si los precios de alquiler se redujeran, pues claro que ayudarían a sostener la lucha. Pero hay más actuaciones que repercutirían positivamente en el comerciante, cuál es la de la Administración local en el mismo sentido que la anterior, dejar exento de contribución urbana al local alquilado siempre y cuando esa contribución repercuta totalmente en el descuento del recibo de alquiler; pero, todavía más, podrían los ayuntamientos dejar exentos de los recibos de agua y basuras a los mismo locales, en ese tiempo estimado en torno a uno o dos años.
Por último, y ya es algo, al parecer, que están rectificando desde el Gobierno, es que los ERTEs permitan que las empresas vayan recuperando para el trabajo a sus empleados en virtud de su recuperación, porque de lo contrario muy pocos, pero que muy pocos, resistirían la apertura más allá de dos días y no seis meses.