Estoy más que preocupado, consternado. Porque dicen que es posible que antes de que muera me empalen. La verdad es que puede ser, si me considero a mí mismo objeto de placer, incluso es posible que me guste, porque hasta que experimenta uno con los sentidos en carne propia no las tiene todas consigo. Pero bueno, una cosa es tener vicio, sobre todo en alguna época más juvenil generosamente yo los tuve, como me imagino le haya ocurrido a casi todo el mundo, y otra tener una tendencia natural hacia la sodomía, que allá cada cual con vivirla como quiera, que por algo es en parte … ‘mía’. Ante todo somos libres, si respetamos aquello que nos dice Mill sobre que la nuestra, la libertad, acaba donde comienza la del otro. A mí, que la Beatriz Moreno se haga pajas de arriba abajo me trae al pairo, pero que la directora del Instituto de la Mujer, organismo oficial, abogue por la penetración anal de los hombres para lograr la igualdad, precisamente me da por el culo, porque no es normal el discurso de igualar biología por voluntad de esta diva política, que no divina. Dentro de poco, en este desenfocado pensamiento de lucha por igualdad de derechos entre hombres y mujeres que deriva en lucha por una biología igual, abogará la tía por las operaciones de reasignación sexual que practicaron Money y los centros que trataban a los intersexuales. Claro está, obviarán el ejemplo del niño convertido a niña por las tesis de Money que acabó suicidándose en la pubertad por la culpa de ese pensamiento que fuerza la identidad de género y resulta castrador. Lo que me alucina, además, es que el Instituto de la Mujer debería alcanzar a todas las que han nacido con ese cuerpo típico de mujer (desde el tercer mes dicen que ya sabemos el sexo cual es) independientemente del propio sentimiento de identidad de género, que para eso ya no hay tabús en el Occidente que impidan apoyar al que se sienta diferente (no miremos hacia países musulmanes y otros, por favor, que nos mandan la yihad a casa y nos cosen a leches), pero no, parece que las tías que se sienten tías, a las que les guste mantener sus relaciones sexuales clásicas de penetración por el miembro masculino, o consolador pertinente, no son tenidas en cuenta con esta Administración; el gusto es de cada cual y no lo va a cambiar Beatriz Jimeno por mucho que a ella le gustase ver el rol invertido, que la tía se haga un implante de pene para poder dar bien por detrás al machito que siente Beatriz en su vida. No sé hasta dónde llegarán personajes de esta catadura cultural, pero leyendo al “profesor chiflado”, que le llama Braunstin al citado anteriormente Jhon Money, inventor de otra parafilia como la apotemnofilia (los que la padecen creen que tal o cual extremidad no les pertenece) que lleva hasta las últimas consecuencias esa idea de triunfo de la voluntad sobre el cuero, cualquier cosa que venga no nos sorprenderá ya. De momento que se meta el dedo en el culo ella, Beatriz Jimeno, si le gusta, o se lo meta Irene su jefa o se lo meta al jefe de su jefa que para eso es muy macho Pablo, el que azotaría hasta que sangrase a Mariló Montero.
¿Igualdad?
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