“Comprobamos a diario que en nuestra sociedad el sistema es capaz de apropiarse hasta de los elementos más críticos de la literatura, el arte o la filosofía, convirtiéndolos en ornamentos suyos a guisa de pimienta inconformista” (Dolores Castrillo). El sistema está claro, cambiar formas para que todo siga igual; poder siempre egoísta, buscando su beneficio por encima del bien común. ¿Que quién es el poder? Esa Nomenklatura con máscara de democracia cuyo fin es favorecer a los que pueden facilitarle la continuidad en los cargos y puestos que cortan el bacalao económico y político de nuestra sociedad.
Pues bien, el poder utiliza como una de sus herramientas a todos aquellos que aspiran a vivir de la sopa boba sin tener que levantarse cada mañana a las siete horas para ganarse el bocado, como hacen, hasta que “la suerte” llama a su puerta y les ofrecen participar en algo que organiza ese poder. Mientras no hubo caso, muchos independientes con fama underground construían su imagen de progresía auténtica y alternativa con música y escritura al otro lado de la orilla; pero cuando hay caso y pueden meter la cabeza en los cálculos, cuentas y maniobras del sistema ya nada es igual, se meten de lleno sin siquiera darse cuenta y ya van de la mano haciendo cosas conjuntas que el poder propone y ellos, en la parte que les dan, disponen. Así, ese elemento hasta entonces crítico se convierte en ornamento aparentemente molón para ganarse el favor de la oposición, de los que no gozan y se dan cuenta de la misma posición.
Pues que se la den con queso a otros porque por aquí somos mayores ya para dejarnos seducir por la mala administración que tenemos. Los que pican el anzuelo ya pueden ganar dineros, fama y poder también, porque mucho han de ganar para compensar el respeto que pierden y su credibilidad. Allá cada cual con sus principios o falta de ellos, pero a mi no me pillan en ninguna ICC Week cualquiera organizada con el dinero de todos para promoción de pocos, donde chupan del bote esos que decía antes, los más críticos elementos de la literatura, arte o filosofía, aunque ya no auténticos.
Decía George Steiner que en numerosas ocasiones, por desgracia, hemos visto a pensadores y artistas que se mostraban indiferentes ante opciones feroces o, incluso, moralmente cómplices de dictadores y regímenes que las ponían en practica. En parte es lo que se percibe aquí, en nuestro Ourense querido que se lo quieren apropiar desde hace años un apellido y su corte, haciendo que los datos más objetivos sobre el bienestar de los ourensanos (renta, envejecimiento, demografía, media salarial, emigración continua, etc.) estén bajo mínimos, pero mínimos preocupantes, mediante la propaganda continua y costosísima, a base de comprar protagonistas mediáticos de fuera, se vuelvan estrellas del más bellos firmamento. Sin embargo, Ourense está resultando, por culpa de este humo que ciega a muchos, más infierno que cielo, y es inevitable entonces recordar el infierno de los vivos al que se refería en Ciudades Invisibles Italo Calvino, que es aquel que existe aquí, el que habitamos todos juntos. Y decía” dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio”. Pues eso.