En un tiempo pasado, que no por pasado tuvo que ser mejor, todo dios queríamos ser universitarios; y hoy también. No es distinto por haber cambiado de siglo. Sin duda es mayor el placer de estudiar que trabajar, y no te digo si ‘estudiar estudiar’ no se estudia y sí se divierte uno a cuenta de otro, del trabajo de otro, de la pasta de otro. De la de papá, por ejemplo. O de mamá, no se vayan a enfadar algunas féminas que se lo toman todo al pie de la letra, de su letra que no la gramatical. Algunos tuvimos suerte de que así fuera, aunque la suerte después también cobra su cuenta. Y con intereses. Pero es justo que así sea, porque mucha diversión de entonces se ha vuelto después bastante arrepentimiento y pena. Porque ¡cuánta pérdida de tiempo que no vuelve y no se recupera! Yo no digo que sea mi caso pero tampoco que no lo sea, más bien lo segundo que lo primero. Porque, es verdad, que en mi paso por la universidad perdí el paso muchas veces, malgasté tiempo y además neuronas que se creían muy listas cuando mejor diría que fueron tontas y tan olvidadizas que se olvidaron hasta de sí mismas; todo por dedicarme más de la cuenta a querer vivir un presente eterno sin contar con el futuro, además de desagradecido con un pasado que curró otro. Pasado, presente y futuro, intercambiando papeles hasta perderlos. Lo entendí un poco tarde, maduré y al menos lo entendí, porque otros creen que el horno sigue estando para mismos bollos imbéciles.
La universidad se ha puesto al alcance de cualquiera, más por proximidad que por otros medios pues proliferan campus y universidades cual si fueran setas, y algunas venenosas por cierto; en Cataluña hay más universidades que provincias, y en Galicia casi. Además en caso de necesidad de profesores para cubrir tanta aula ahí tenemos a los Asociados, con demasiados ejemplos de carencias básicas formativas en la docencia pero apoyos amicales en las autoridades que te hace comprender de qué va la vaina ésta; claro que donde hay hoy cinco o diez alumnos antes éramos ciento y pico enseñados por PNN, que ni siquiera el catedrático de turno se dignaba a lo mismo que ahora se delega en el asociado. Pero, claro, para mantener toda esta industria universitaria se contaba con un dinero que parecía estar cayendo del cielo hasta que la crisis se estampa contra nuestra realidad y hace tambalear cimientos. Ahora, para sostener toda esta oferta universitaria se habla de matrículas más altas, que en la más importante de las subidas no llegará al quince por ciento de lo que cuesta el estudio de un universitario al Estado, y con ello ya el debate está servido: ¿sólo podrán estudiar los ricos?. Pues va a ser que no si hay becas, aunque para mantenerlas haya que demostrar más merecimiento que ‘la falta de posibles’ para estudiar sin ellas. Comprensible. ‘En los últimos tiempos la Universidad se ha convertido en el único medio de ascenso social en una nación de clases cerradas. A la Universidad van muchos alumnos que no tienen interés en estudiar sino en tener un título. Por eso, el 30% abandona los estudios, y muchos tardan en acabar la carrera. No parece sensato que cada asignatura tenga seis convocatorias. Necesitamos muchos universitarios, pero dispuestos a trabajar duro. A esos debemos protegerles. Nadie que quiera estudiar puede quedarse fuera. Pero los claustros universitarios también tienen que recuperar su vocación docente, y no estar solo deslumbrados por la investigación. Los alumnos van a aprender’ (Jose Antonio Marina)
La universidad está dejando mucho que desear, tal como la pinta mejor que nadie un tal Manuel en la novela de Janeiro cuando toma la palabra el personaje principal ante el deseo de dos becarias de hacer carrera docente: ‘le sugiere a las mozas que se metan a maestras de primaria. En la escuela aún hay alguna esperanza, dice. Es el único lugar en que se construye conocimiento y donde se puede hacer algo útil por los seres humanos. Enseña a leer, especifica. La universidad hoy día es un simple trámite administrativo por el que hay que pasar. Un nuevo impuesto abusivo que te cobran. La tan cacareada conexión universidad-empresa quiere decir que el sistema financiero descubrió en la enseñanza universitaria una nueva oportunidad de negocio. Una nueva forma de explotación. La bendita universidad perdió su labor reivindicativa y justiciera. Ya no supone un medio para igualar oportunidades, sino todo lo contrario, supone un medio de alienación colectiva. …’
La cosa seguiría si no fuera que es mejor leer la novela directamente, ‘O sexo masculino dos anxos’ publicada por Galaxia, pero bueno, la cosa va estando clara para muchos que dudábamos de todo lo que nos vende esta universidad nuestra. Y no acudimos a Schopenhauer para hablar de los docentes porque no estamos aquí para hacernos enemigos de nadie, por si las moscas, por si los docentes y políticos que engordan esta forma de entender la universidad.