Perdón, he claudicado. No soporto la presión, esta atmósfera contaminante, oh no, tanto combate de poderosa fuerza adversa pegada a un balón de rica miel a quien cien mil espectadores acudieron. Acudieron en directo, que si no, por la caja tonta, cientos de miles y miles de cientos. Es inútil bracear contra corriente, todo el esfuerzo posible hace que el cuerpo se resienta y caiga uno ahogado, y se acabó; es mejor dejar un dedo al menos que reme hacia otra orilla de la salvación.
No, no es posible meterle gol al gol que nos oprime, a la pierna peluda que chuta a puerta o al tiki-tiki-toca pelotas, al equipo de mil amores que se vende por detrás al petrodolar o petroeuro, al pastoso jeque que además de Harén tendrá ahora también clubs representativos de ciudades europeas, de pueblos o países enteros, quinielas con un único premio en Oriente Medio.
El cabezazo que hoy se cotiza no es de ningún Mozart de rizada peluca sino del que formula nueva energía nuclear de gran negocio, del que nos golpea la cabeza más crítica con esta nueva religión, o fúbol.
Hala Madrid, Visca Barça, y que mueran los feos que diría Boris Vian, porque no hay belleza en su fuero interno, dentro de su cuero. Y que se pare la bola del mundo, que comienza la otra que se desliza por el césped. Pero, al menos que se paren también las guerras, o las fugas radiactivas, o los cánceres que barren vidas.
Hoy he claudicado. Siento cierta derrota. Me voy a ver el partido que va a ver todo el mundo. Cinco – cero. ¿A favor? No, en contra.