Un día entró en una librería en la que trabajaba un conocido mío una señora, se dirigió a él y le preguntó si tenía libros verdes. ¿Libros verdes? Sí, -explicó la clienta-, pinté el salón de ese color y quiero comprar algunos libros que me hagan juego con las paredes. Tal cual. Mi amigo, educado y con un largo oficio a su espalda, encaminó a la señora hacia una estantería y le indicó dónde podría encontrar unos libros de lomo verde que hicieran juego con el color de las paredes de su recién pintado salón. He ahí el gran horror de la literatura: los libros verdes. Años más tarde, visitando la casa de unos parientes, entré en un salón (cuyo color no recuerdo) y en un mueble había almacenados un par de docenas de libros (casualmente verdes) que ostentaban todavía el celofán virginal que los condenaba a ser sencillamente lo que aquella señora deseaba: objetos decorativos. Esos libros verdes, esos libros que conservan el celofán, son el acta de defunción de cualquier libro, de cualquier ensayo o ficción o poemario u obra de teatro. No hay nada más triste que esos libros verdes, que esos libros sin desempaquetar. Cuando uno entra en una casa y busca con mayor o menor desparpajo la biblioteca (¿hay algún escritor que no visite una casa y busque instintivamente el rastro de los libros que allí se acumulan?) sabe de inmediato si esos libros se leyeron o no, si esos libros pasaron por las manos de sus dueños o no, si esos libros están ahí para decorar, para hacer bulto, para prestar un falso estigma de cultura o si son sencillamente otros elementos ornamentales, como la fotografía de matrimonio o el jarrón con flores (¿artificiales?) Libros verdes. Libros que nunca fueron abiertos, que no se abrirán jamás, que languidecen como enfermos terminales. Uno se pregunta si no sería mejor que aquella señora o aquel matrimonio de parientes hubiesen ido a una de esas tiendas donde se venden objetos con apariencia de libros, con sus lomos, sus títulos, sus autores, pero cuyo interior está vacío, carece de páginas y, por tanto, de valor literario. ¿Para qué demonios sirven los libros verdes sino para certificar la monumentalidad de nuestra ignorancia? Líbrenos dios de los libros verdes, de los libros con sus fundas de celofán, de los libros que nunca se han abierto, de los que no se desgastaron entre los dedos de sus poseedores, de los libros que se limitan a dormitar en una balda como cadáveres. No es necesario asesinar así a la literatura. Mejor no compre libros verdes.
LOS LIBROS VERDES
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CHESI
CHESI
José María Pérez Álvarez,"Chesi", escribió"Nembrot" y"Cabo de Hornos", novelas espléndidas y aplaudidas desde la crítica como alta literatura contemporánea española. Anteriormente,"Las Estaciones de la Muerte" y"Un montón de años tristes", suponen para los ourensanos una vivencia especial al situar su acción en la capital y el Liceo. Su última novela,"La Soledad de las Vocales", simplemente, ¡extraordinaria!
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