La familia no dejó de estar unida cuando dejó de rezar unida. Ni cuando se metieron en los hogares los viejos televisores en blanco y negro, allá a finales de los 50. A la familia la asesinará la televisión plana. Cuando aparecieron los primeros televisores se pensaba que aquel aparato diabólico estragaría la relación familiar: las charlas diarias desaparecerían. No fue así sino al contrario: sentados frente al televisor los familiares comentaban los programas, permanecían extasiados en casa sin dispersarse los hijos por las calles, incluso se acercaban vecinos que no tenían TV para ver lo que dieran y adornarlo con comentarios. Sobre aquellos televisores se colocaba una artesanía de ganchillo y encima de ella un florero, una fotografía de los abuelos, acaso una imagen de un santo o una escultura; la televisión así era un centro en torno al cual la familia gravitaba. Luego se pudo acceder a dos televisores (cuando ya había más de un canal) y ello hizo más sólidas las relaciones familiares. Se colocaba en la cocina, en otro lugar, y los miembros que deseaban ver, por ejemplo, fútbol, lo veían en el salón y los que deseaban teatro, en la cocina. Democráticamente, dos televisores consolidaron la relación familiar evitando que los bandos se exaltasen y discutiesen por fruslerías de esa índole. Desde lo alto de los aparatos, los abuelos seguían mirándonos, aprobando que la familia siguiese unida, cantando el gol de Marcelino a la URSS, la victoria de Massiel en Eurovisión, los títulos de Ángel Nieto y de Santana, las celebraciones del primero de mayo en el estadio Bernabéu. En resumen, la televisión sustituyó al rosario y siguió permaneciendo unida la familia. Sin embargo, creo que la televisión plana sí que puede desmembrarla. Esos aparatos convierten el recinto en el que los colocamos en una cafetería aséptica, le dan un aire al salón de bar de hotel de cuatro estrellas, impiden que depositemos recuerdos (fotografías, búcaros, labores de ganchillo) sobre ellos y, sin todo eso, se descompone la memoria familiar y nuestro salón ya no huele a hogar sino a lugar de paso y entonces los hijos se van por la noche a las discotecas o al botellón o al ordenador porque la vida virtual de los pecés les resulta más cómoda (y tal vez más cálida) que la otra, la de los padres sentados frente a la tele plana. Desde el punto de vista de la tecnología, los televisores planos son un extraordinario avance; desde el punto familiar, un caballo de Troya.
LA FAMILIA
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CHESI
CHESI
José María Pérez Álvarez,"Chesi", escribió"Nembrot" y"Cabo de Hornos", novelas espléndidas y aplaudidas desde la crítica como alta literatura contemporánea española. Anteriormente,"Las Estaciones de la Muerte" y"Un montón de años tristes", suponen para los ourensanos una vivencia especial al situar su acción en la capital y el Liceo. Su última novela,"La Soledad de las Vocales", simplemente, ¡extraordinaria!
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