Los innumerables días dedicados a algo o a alguien que jalonan el calendario, además de inútiles, resultan excesivamente solemnes, cargados de una prosopopeya inaguantable y tediosa. Centrándonos en el Día das Letras Galegas (en adelante, DLG) desde su instauración hasta la actualidad, la población gallega en general desconoce la obra de los homenajeados salvo en el caso de autores que han tenido eco gracias a que dispusieron de la fortuna de hacerse un sitio en el acervo popular (como sucede con ciertas estrofas de Rosalía de Castro) o a que algunos músicos han empleado determinados poemas para componer una canción (la misma Rosalía, Curros, Cabanillas o Celso Emilio Ferreiro). Pídale usted a un gallego que le recite un solo verso de María Mariño, de Lois Pereiro, de Manuel Antonio, de Paz Andrade o que cite el título de alguna obra de Otero Pedrayo, de Dieste, de Cunqueiro o de Vicente Risco y verá para qué carajo sirve el DLG. Para nada, como todos los puñeteros días dedicados a algo o a alguien. Tengo algunas propuestas nada descabelladas, acaso insólitas, para conmemorar la efeméride: una de ellas sería dedicar tal fecha, el 17 de mayo, a la Poesía Popular Galega (en adelante, PPG, que no se debe confundir con las siglas PPdeG). Salga usted a la calle, aborde a un viandante (hombre o mujer, civil o militar, licenciado o analfabeto, seglar o religioso), recítele el primer verso de esta estrofa “San Antón, san Antoniño”, pídale que la complete y verá que, de corrido, declama lo de “santo que non bebe viño / dame forzas no carallo / como ao porco no fuciño” y quizá con lágrimas en los ojos añadirá lo de “ailalalalá, ailalalalá / e comencemola pandeirada / e comencemolo baile xa” porque la estrofilla, qué demonios, le ha llegado al corazón desde una memoria ancestral y colectiva. Puede usted hacer el mismo experimento con otra canción popular; aborde al transeúnte y ruéguele que complete la estrofa cuyo primer verso ése que dan los dioses es “Non me fodas no camiño” y el interpelado seguirá: “Como se fora una perra / bates con collóns no chao / énchesme a cona de terra” y algún sesentón nostálgico le contará que con esa canción hacía paso ligero en el campamento de Parga, lo que demuestra que con la desaparición de la mili, la cultura popular gallega sufrió menoscabo. Efectúe la misma prueba recitando el verso “Eu traigo unha borracheiraaaaa” y verá que el 90% de los encuestados saben de memoria lo que sigue: “de viñooooo / que auga non bebo, / mirá, / mira, Maruxiña, / mirá, / mira como veñoooo”. Por esas y otras razones reclamo el DLG para la PPG.
Otra proposición consiste si ya ha transcurrido el decenio preceptivo desde su malhadada muerte en dedicarle el DLG al Cuco de Velle. ¿Habrá un gallego de bien, bueno y generoso, que no sepa aquello de “O parajuas do José (coro: do José, do José) / é un parajuas moi malo (coro: do José, do José) / cuando caen cuatro ghotas (coro: do José, do José) / se le humedece el rabo (coro: do José, do José)” y una Galicia unánime cantaría al unísono, nada de “rumorosos na costa verdescente” que es una cursilería de salón, coñac y habano, cantaría entusiasmada aquello de: “Y por eso una mulata (coro: do José, do José) / por moi mojada que esté (coro: do José, do José) / no se pondría debaaaajoooo (voz en off: “¿De dónde, macho?”) y el grito final: “¡Del parajuas do José!” y el éxtasis postrero: Galicia entera, el Bierzo, parte de Asturias, venezolanos, argentinos, gallegos de la movilidad exterior, emigrados y gentes de la diáspora vociferando con júbilo exaltado y morriñenta nostalgia lo de “O que é meu é meu é meu / o que é teu é teu é teu / eu non quero que vaias dicindo / que tumba que dalle / que tal que sei eu” que define a los gallegos bastante mejor que el “escuro arume arpado”. Tenía el Cuco otra estrofa (hay que reconocerlo: con un lenguaje exclusivamente masculino que perjudicaría al 60% de la población gallega) que asimismo nos retrata de forma concisa y singular: “Xuntáronse dous nunha esquina / sacaron a pilila / e puxéronse a mexar. / Si mexaron fixeron moi ben / na súa caralla / non manda ninguén”: y eso somos, no los que reciben las meadas ajenas y decimos que llueve sobre nosotros sino los que marcamos nuestro territorio con orines y canciones. Como en un dibujo de Castelao: dos paisanos meando en una esquina y ciscándose en su mala suerte. En definitiva, para bien o para mal, lo que persiste en la memoria colectiva acostumbra a ser de tono grueso y con apoyatura musical. ¿Qué singular proceso selectivo hace que no memoricemos “Cabe da vella ponte río amigo / anque te sigo Cabe no me emborco” de Uxío Novoneyra y, sin embargo, no haya ni dios que no recuerde lo de “non te vaias, rianxeira / que te vas a marear”? Cousas veredes.