El siguiente. Servidor. Nombre. Feldespatos Cortizo. Cómo dice. Feldespatos Cortizo. Me toma el pelo. Se lo juro. Que me lo toma o que no me lo toma. Que no que no. Dígame su nombre haga el favor y déjese de chistecitos. Feldespatos Cortizo sacó el DNI del bolsillo de la camisa y se lo mostró a la señora que lo atendía. Mire, dijo señalando con el dedo la línea del nombre. Yo no me lo invento. Imposible, respondió la señora que lo atendía. Pues tenemos un problema, sentenció él. Lo tenemos, continuó ella anclada en la incredulidad. Feldespatos no es nombre de persona. Un momento, un momento. Qué quiere decir ¿me está llamando bicho o cosa rara? No le estoy llamando nada. Simplemente le digo que ése, no es nombre de…cristiano. ¿Y ahora por qué se mete con mis creencias religiosas? No me meto con nada, señor Me ha entendido perfectamente. Pues sepa señora, que uno es muy católico, apostólico y románico. Será…romano. Usted quiere volverme loco. Yo soy de Silán, a 35 Km. de Viveiro, provincia de Lugo. La señora que lo atendía enarcó una ceja, tamborileó unos instantes con los dedos sobre la mesa, acompasó unos golpecitos con el bolígrafo sobre el cuestionario y volvió a la carga. Mire usted señor, por mucho que lo diga su DNI yo, que soy funcionaria desde hace treinta y cinco años-remarcó poniendo tieso el dedo índice de la mano izquierda- treinta y cinco (la derecha la tenía ocupada con el bolígrafo) no me lo voy a creer porque ése no es nombre propio. Ya lo creo que es propio. Y muy mío además. Como que no debe haber otro en toda la Provincia. ¿Entonces insiste? Claro que insisto. Pues voy a tener que rogarle que abandone la fila y deje paso a otra persona. ¿Me está discriminando? No lo discrimino. ¿Me está echando por tener un nombre raro? Mire: raro sería llamarse…no sé…Zoilo, o Tertulino. Incluso Cacerolo y si me apura hasta Nicéforo. Pero lo que usted me presenta es…simplemente inaceptable. Mire señora, yo no sé qué extraños pensamientos discurren por su cabeza pero un servidor no tiene la culpa de que su padre lo haya inscrito así en el Registro Civil. Entonces tendrá que traerme una partida de nacimiento. Tardaría varios días en conseguirla. Entonces vuelva cuando la haya usted conseguido. No es tan fácil. Ya lo creo que sí. Sólo tiene que pedirla en el Juzgado de Paz de su Ayuntamiento. No tienen teléfono. Pues pídala por escrito. No sé escribir. Me está usted poniendo de los nervios. ¿Y cómo cree que me estoy poniendo yo? Desde que tengo uso de razón, cada vez que tengo que decir mi nombre siempre pasa lo mismo. ¿Puedo contarle una cosa? La señora que lo atendía dudó un instante antes de decirle cuéntemela pero dese prisa. ¿Puedo sentarme? Siéntese. Feldespatos tomó asiento, se arrellanó a conciencia y continuó. Verá usted: yo no lo recuerdo como podrá comprender, pero el día en que nací, y esto me lo contó mi madre, mi padre se encargó de inscribirme en el Juzgado. Como vivíamos a unos cuantos kilómetros, mi padre, que en gloria esté el muy bandido, cogió la moto, una moto francesa, una Monnet Goyon de 250 ¿le gustan las motos? Vale, vale, termino. Pues bien cogió la moto y en lugar de hacer el mandado de mi madre decidió celebrar el nacimiento de su primer hijo, o sea yo, desviándose al pueblo de al lado. Ya lo creo que lo celebró. Tres días. Tres días estuvo celebrándolo incluso en el Juzgado de Paz a donde se llevó unas botellas de vino. Y siguieron celebrándolo, el Juez de Paz, el Secretario y mi padre. En medio de semejante grado de vinosidad se le ocurrió la feliz idea del nombre. Creo que al principio en el Juzgado se resistieron pero al cabo de otra botella mi padre acabó convenciéndolos de que era una buena idea, que el negocio de feldespatos iba mal, que la mina ya casi no daba, que necesitaba publicidad y quién mejor que su hijo para anunciarlo allá donde quisiera que fuese. Y así fue cómo Antonio Cortizo, que en gloria esté el muy bandido, le puso a su hijo, me puso, el nombre del cartel que lo anunciaba en la puerta del almacén. La señora que lo atendía retomó el bolígrafo y comenzó a rellenar el cuestionario. Ponga aquí la huella del dedo. Una curiosidad: ¿qué nombre había escogido su madre? Mire, a mi madre siempre le gustaron los nombres importantes. Había pensado en ponerme Donliborio, como el farmacéutico, o Donaugusto como el Gobernador Civil, pero al final cambió de idea y escogió otro que le pareció todavía más importante. Pero dígame cuál. Si promete no reírse. Se lo prometo. ¿De verdad? De verdad. Boletínoficial.
Feldespatos
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Carlos Garcia-Manzano
Carlos Garcia-Manzano
Él es Carlos García-Manzano amigo no sólo de elcercano, donde cada semana participa activa y entusiastamente en nuestro programa de radio, con su sección"Todo Letras" acercándonos a este mundo de relatos inéditos, creados por él mismo, y cada cual más original. Hoy comparte sus historias no sólo por las ondas radiofónicas sino también por estos espacios virtuales.
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