todo el mundo decía que era ambidiestro porque lo mismo escribía en español que en portugués. Esa habilidad, aparentemente aprendida, le venía desde muy niño cuando una vez había nacido en la frontera entre España y Portugal por casualidades del calendario que su madre nunca se avino a explicarle. Lo cierto es que, sin que él lo supiera, su madre lo trajo al mundo en medio de un lentejar una noche de trapicheo cuando se afanaba en colar de matute unos cuantos sacos de café venido de Angola y otro tanto de fardos de hojas de bacalao que decían venía de Noruega recién salido de la mar. Y a medida que Lorenzo fue creciendo en edad, fue creciendo a la vez en el arte del estraperlo de todo lo que se pusiese por delante ya fuesen cartones de tabaco americano, botellas de vino de Oporto de medio pelo o semiconservas de boquerones en vinagre. Privado de padre desde muy pequeño por culpa de un disparo al aire de la Guardia Civil, su vida transcurría entre los montes de la frontera bien entrada la noche y las mañanas de marmoteo en el cobertizo que hacía las veces de almacén al amparo de un robledal apartado. Pero a pesar de todo eso, Lorenzo Lozano se preguntó una vez, sólo una, cómo era posible que su padre hubiese muerto de un disparo al aire. Bien sabido era que la Benemérita siempre se había distinguido, aparte de por el sombrero de tres cornios, por una excelente puntería con las armas de fuego y era por eso mismo por lo que no acertaba a comprender el por qué de semejante suceso. Su madre tampoco quiso contarle que en una de las expediciones nocturnas y ante la cercanía de los guardias, su padre había trepado a un nogal con tan mala fortuna que el disparo al aire de la Guardia Civil le voló la hombría con postas de 76 mm que Agapito Veloso, el guardia, solía aprovechar para tirarle al jabalí. Ajeno a esta controversia después de algún sobresalto de la razón, Lorenzo Lozano continuó con el negocio familiar al que dedicaba todo el tiempo de que disponía y para el que, como él decía, había nacido por designio de la divina providencia. Así que, providencia divina o no, poco a poco, noche va y noche viene, L.L. abrió un depósito y despacho de mercancía en un local sótano en la fortaleza de Valença do Minho donde el alquiler se pagaba en escudos y los pollos se comían al espeto. De esta manera, todo aquello que transgredía la frontera luso hispana, regresaba reconvertido a la hispano lusa por arte y conducto del merchandising bajo el nombre comercial de “L.L. Fashion Overbooking ” Sin embargo, el éxito comercial no había conseguido que Lorenzo Lozano olvidase sus orígenes agrestes y montaraces, las noches de vigilia al acecho sin más calor que el aliento de los mulos en el cogote y el relente y las estrellas como techo. Y quiso la fortuna, que una noche, de las muchas de trapicheos y contrabandos, de reatas de mulos cargados, de acechos y horas esperadas, Agapito Veloso volviese a disparar al aire una advertencia de alto quién va. Y al pie del mismo nogal, remedo de la historia, Lorenzo Lozano perdió una parte de sus partes en esencia, el negocio de overbooking y la posibilidad de tener descendencia.
De Lorenzo Lozano
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Carlos Garcia-Manzano
Carlos Garcia-Manzano
Él es Carlos García-Manzano amigo no sólo de elcercano, donde cada semana participa activa y entusiastamente en nuestro programa de radio, con su sección"Todo Letras" acercándonos a este mundo de relatos inéditos, creados por él mismo, y cada cual más original. Hoy comparte sus historias no sólo por las ondas radiofónicas sino también por estos espacios virtuales.
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