Madrid tiene un cielo más azul y más inmaculado, Concepción, que el del resto del país, todo el mundo lo sabe de oídas y lo repite como un papagayo, y yo no voy a ser menos. Es un cielo al que han ascendido los calamares santos, los satélites y sus comparsas, los divinos de revista, las putas más caras, los banqueros más orondos y los banqueros más flacos, los futbolistas más parlanchines, los políticos más catalanes y más gallegos, más carlistas y más caciques y sus mochilas de la OJE, los dioses griegos y griegas del psoe y del pp, los directores de periódicos más tatuados en el culo, los policías más mafiosos, los generales más ordenanzas, los cardenales más sarasas, los taxistas más cucos, los camareros más ecuatoriales y los turistas más pasmados. Ah, y los jueces más baratos. En el cielo de Madrid vive Neptuno en una fuente de agua dulce, Cibeles en otra, divinidades muy recomendadas por los folletos de agencia para que los abrevadores de los equipos de fútbol vayan a hacer allí sus gansadas y sus pises. Al cielo de Madrid le salen unos sarpullidos en forma de brumas pintadas por Velázquez, como no podía ser menos. El cielo de Madrid es un cielo polucionado por las corridas de todos los meriendas comisionistas, empresarios de la lotería de san Ildefonso que se han depositado allí a través de un embudo con sifón que recoge las heces de toda España. Cielo polucionado por el ceodós de las resacas inmensas de Zeus después de beberse las dos copas de Europa con una sed de Toro de Picasso. ¿Pero quién rapta a quién?
Madrid es “La pradera de san Isidro”, de Goya, en la que las fiambreras llegan en carromatos desde las lonjas de la España centrifugada para ser devoradas por los manducantes que se conchaban, Concepción, entre ellos, para repartirse, como caníbales, los chorizos asados, los filetes empanados, la tortilla de muchos huevos y las empanadillas de Móstoles. Aunque se han tumbado todos en la misma farrapeira a la sombra del mismo parasol, majos y majas, marrajos y marrajas, políticos, policías corruptos, periodistas con DIU, curas empalmados, banqueros que solo pierden aceite, jueces prostitutos, empresarios del 10%… se hablan por teléfono intervenido, con mucho juego de meñique, para repartirse la merienda, la ambrosía financiera, las subvenciones de Bruxildas, las comisiones de los amiguetes, la parte del león que va al Partido, los favores a los instaladores de telefonillos, las amantes más gordas y las torrijas de la abuela que los parió.
El cielo de Madrid es el cielo azul más enmarañado de todo este país, toda la farfolla asciende a las alturas en una apoteosis indescifrable de declaraciones, denuncias, comisiones de investigación, tratos con la cuchara de la sopa boba en ristre, oratoria de confesionario, Tribunales Supremos lamiendo otros ciruelos, discursos para imbéciles desde el atril de san jerónimo y otras tribunas, aplaudidores de peluquería, negocietes de salón de tango, todo a media luz…una farfolla que sube y sube, como el humo, desde las grandes ollas podridas en las que se cuece la ruina del resto de este país alelado que no tiene ni un resquicio para meter la propia cuchara de palo y rescatar una tajada de las que flotan dando vueltas en el caldo gordo.