Repasando la Constitución española del 78, o incluso sólo pasándole una fugaz mirada por encima, puede uno sacar conclusiones de lo más equivocadas. Por ejemplo, en una lectura de experto que no se entera de nada se puede leer en algún lugar que “los españoles son iguales ante la Ley”. Ah, pero entonces viene el tío Paco y sus herederos y muy bien no se acaba de entender quiénes son los españoles, quién es “ante” y por supuesto a qué ley se refiere esta Constitución mostrenca que pasta en muchos montes. ¿Son los catalanes de Cataluña españoles, y si lo son, entonces, cuál es esa misma ley que se les aplica a ellos igual que al resto de los ciudadanitos de este país y por qué hay que tratar asuntos que conciernen a esa Ley de todos en una habitación separada, acolchada para no oír los alaridos que proceden del exterior? ¿Qué asuntos de españoles iguales ante la ley hay que tratar en oscuridad, o cuanto menos en penumbra, a espaldas de los españoles iguales ante la ley? La pregunta solo tiene fácil respuesta si se tiene la certeza de que los catalanes no son españoles, con lo cual estas reuniones deberían formularse como asuntos exteriores o asuntos en el exterior de los españoles iguales ante la ley. Pero si los catalanes no son españoles ¿qué hacen en el Parlamento español los representantes de los españoles que no son españoles? Y si alguien, pongamos por caso un presidente del gobierno, trata asuntos de españoles iguales ante la ley para que unos españoles que no son españoles sean distintos ante la ley de los españoles que son iguales ante la ley ¿no habría que llevar a este, pongamos por caso presidente, ante los tribunales que juzgan la ley que es igual para los españoles que son iguales ante la ley y acusarlo, por poner un ejemplo, de alta traición a los españoles que son iguales ante la ley según despacha la Constitución del 78, que es la constitución según la cual este señor es presidente de todos los españoles -¿no me cansaré de decir siempre esta maldita frase?-, que son iguales ante la ley?
He deambulado ( poco tiempo porque tengo cosas que hacer) por las páginas de la Constitución del 78 en busca de eso que por ahí llaman “hacer política” y no lo he encontrado ni en el Preámbulo, ni en otros Títulos, ni en Derechos y Obligaciones, ni en Disposiciones Adicionales, ni siquiera en el modesto índice. Nada, no hubo manera de encontrar la maldita frase a la hora de justificar el atropello de los derechos de unos sobre los de otros, de explicar que no hay que cumplir la Ley (ya vuelvo a empezar) que es igual para todos los españoles que se presentan ante la Ley y son iguales ante la Ley. Así que, decepcionado por mi falta de olfato ante lo que hiede, he dejado mi Constitución en el anaquel de los libros perdidos y prestados y he cogido los Cuentos de Kafka, que, perdonando la falta de modestia, entiendo mejor porque, en su rigor irracional, en su clara exposición delirante, en su hábil perspicacia vital, explica muy bien todo el absurdo de lo que significa “hacer política destinada a los que son iguales ante la ley” por parte de los políticos de Partido Político y jueces de Partido Judicial, a cuenta de todos los que no la hacemos pero tenemos que sufrirla sin entrar en ella y pagándola con un puñado de altramuces.
“Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un hombre del campo y le pide ser admitido en la Ley…”