Por la mañana coincido conmigo en el espejo del cuarto de baño y, a pesar de lo desfigurado que me encuentro, aun sigo pensando que no soy un bicho repugnante ni un habitante trasplantado desde otro planeta. Aun tengo un cierto parecido con los representantes de la raza humana que vienen descritos en esos naipes con los que jugamos a las familias. A veces parezco un hotentote muy restregado y roto a la piedra pómez, como pantalón vaquero para pijospera, pero aun así mantengo unas formas más o menos reconocidas de persona. Humana, se entiende. Pero, a medida que abandono la seguridad del cuarto de baño y me voy enfrentando a la vida rutinaria, mis dudas empiezan a crecer y me pregunto si no me habré escapado de algún zoológico, de alguna institución científica, de algún laboratorio ovni, porque todo aquello que los Gobiernos y Aledaños que nos gobiernan dicen que está destinado a los ciudadanos a mí no me llega más que en la parte negativa, en la cruz de la moneda, en los “efectos secundarios adversos muy frecuentes”, como si yo fuese ese ratón de experimento sobre el que se ensaña la científica loca despeinada por Llongueras y con un pinganillo directo al palacio de la Moncloa, subsección cesid…Tengo la incómoda sensación de que me han crecido dos orejas en forma de trompetilla, de que los brazos me arrastran por la calle, de que se me ilumina la punta de un dedo con una lamparita led. Si por el lado de barlovento dicen que baja el paro yo no encuentro trabajo; si dicen que baja el paro juvenil yo ya tengo sesenta años; si dicen que con la reforma laboral de traca solucionan el paro yo solo veo engordar a unos pocos y adelgazar a muchos; si los impuestos son progresivos yo voy pagando más y más impuestos indirectos vía botellín de cerveza; si los servicios sanitarios son los mejores de la Tierra yo me autoconsulto por teléfono con un médico lacónico y desidioso que me discute mis síntomas; si durante treinta años pagué por la concesión de autopistas ahora tengo que pagar por la concesión de las carreteras; si me dicen que van a echar mano de los precios de la electricidad indefectiblemente me ponen el kilovatio por las nubes; si se ocupan de los precios de los productos básicos a mí me suben la fruta, la verdura, la carne, el pescado…; si arreglan la Educación cada vez me cruzo con más cafres por la calle; si dicen que nos facilitan nuestra relación con la Administración a través de la informática a mí siempre me da “error fatal”; si voy al banco a pagar una multa de aparcamiento me echan con cajas destempladas porque son más de las diez y necesitan tiempo para gastarse el dinero del Rescate; si los dos sindicatos a los que estaba afiliado durante treinta años reciben más subvenciones como premio a su mutis por el forro, a mí me dejan tirado; si dicen que acaban con los abusos de las telefónicas a mí me bombardean con llamadas y con tarifas de locos, que cambian a su arbitrio; si dicen construir la estación de tren más chachi yo sólo veo un desaguisado urbanístico; si dicen que hay inmunidad de rebaño sólo encuentro al rebaño; si dicen que arreglan las cosa con Política corro a esconderme de las bombas; si me dicen que no me preocupe por la libertad, la policía está entrando por la puerta…
He decidido, para contrarrestar esta metamorfosis y evitarme problemas en el futuro, hacerme el muerto. Yo, en el rio en el que me bañaba de niño, sabía hacer muy bien el muerto, hasta las ranas se me subían a la barriga, así que voy a intentar dejar el mundo de los vivos y coleantes, a ver si de esa manera, y al saber que ya no existo, esos de los Gobiernos UFO se creen que me he largado a mi planeta y me dejan vivir en paz.
1 comentario en “DECRETOS PARA MARCIANOS”
Nos han hecho el lío, Sr. Fernández. Yo tampoco sé cómo hemos llegado a esta situación. Me temo que, como esa rana a la que se cuece poco a poco y, muere sin enterarse, así nos llevan y nos traen. En un sinvivir. Retirarse del mundo, lo que nos permiten que no es mucho, es la solución. Y en eso estamos algunos en el Valhalla o salón de los caídos. Donde, parece ser, solamente hay valquirias. Si, por lo menos, estuviera también Ragnar Lothbrok… En fin, magnífico texto.