- Un colegio privado hace gala, en su publicidad, de contar con profesores escogidos entre los más granado y depurado de la pederastia nacional, anunciándose, de esta manera, a bombo y platillo, como un colegio moderno subido a la loca locomotora de la postética y postdidáctica y postpedagogía. Usted, que es un antiguo, tiene dudas razonables sobre si matriculará a sus vástagos en dicha entidad docente, pero piensa resignado que no le quedará más remedio porque todos los colegios a los que ha ido a consultar la matrícula de sus niños presumen entusiásticamente de sus propios y autóctonos Así que vota por el que incluye clases de teatro en horas no lectivas.
- Usted llama a un fontanero y doce años después acude el menestral a su domicilio, dispuesto a entablar una lucha, digna del Amadís de Gaula, contra esa gotera china que tortura sus sueños y los de su vecina “La Rubia”. Le cobra por adelantado una parte fija de su emolumento y al mismo tiempo observa usted que, además del cajoncillo con cuatro adminículos metálicos, y amen del soplete con bombonita azul, este caballero sin yelmo emplumado se hace acompañar de dos sujetos que aparentemente no realizan ninguna labor. Son mis socios, dice el fontanero a modo de presentación: Gregorio de Tal, cardenal primado de Trapobana; y Menganito Saenz de los Castillejos, asesor analista del Ibex 2050. Usted se encoje de hombros, pensando que todos los sacrificios son nimiedades ante el mal mayor y la posibilidad de volver a retomar el sueño perdido. Deja sentados en el sofá a los cónsules, y al fontanero mirando con lupa la tubería, y se va cagando leches porque hay que volver al tajo. Cuando regresa por la noche, cansado como un burro, sabe por boca de su mujer que los dos inútiles han saqueado el frigorífico, dejándolo a usted y a la familia sin cena, y tienen toda la intención de quedarse a dormir varios días. Pero votará por este fontanero para que desatasque el fregadero de la cocina.
- En el autobús que usted ha tenido la osadía de coger para desplazarse hasta Salamanca y asistir a la boda de su primo Javi, el chofer se está fumando un canuto de hachís grande como una trompeta de varas. En Benavente hacen una parada para tomar un refrigerio y usted y los demás pasajeros han de hacer una colecta para pagarle la comida al dichoso conductor. Además de eso usted observa como, a la hora de levar anclas para zarpar de nuevo, el sujeto recoge en sus amarillas manos de nicotina y aceite de hachís un sobre que le larga el propietario del restaurante infame y del que usted ve asomar la oreja de un billete de 100 euros con el que, se supone, se gratifica al pastor de hombres sobre ruedas por aportar peregrinos paganos a los platillos de café con leche y dos madalenas martínez. Pero la cuestión es llegar a tiempo a la ceremonia del enlace nupcial de ese muchacho al que tanto quiere. Por eso calla y otorga. El autobús pasa de largo por el cruce hacia Salamanca y, como se le ha ocurrido protestar, tiene que escuchar que ese autobús lo conduce él y que va a donde le da la gana, es decir, a Madrid, que allí hay fiesta. Aun así usted votará por esa empresa de transporte para su próximo viaje a ninguna parte.
- Y así sucesivamente…