Cuando la ciudadanía está harta se tira un pedo y sigue adelante. Hay que estar muy harto de estos ineptos, fatuos, depredadores de la clase media, mentirosos, cínicos, coleguillas de asesinos y cachazudos xenófobos, para echarse en los brazos de gentes sin escrúpulos, ladrones, corruptos, amiguetes de los ricos infames y de la Iglesia carca, enemigos de la clase media, mentirosos y cínicos. El hartazgo produce gases y los gases, la gente que de verdad mantiene el país los expulsa en forma de voto. Si algo bueno tiene la democracia es que se puede sacar la basura de vez en cuando. El problema es que ahora estos que vienen, que son los mismos que había, producirán sus propias bacanales, mientras los que están, que son los mismos que estaban, siguen a lo suyo sin cambiar de dieta, engordando con comida rápida, bebidas espirituosas, fiscalidades expropiatorias, mamarrachadas de género, teatros de marionetas, canibalismo analfabeto y posturas del kamasutra farfullado. Los tontos jamás rectifican, así que lo que nos espera es más de lo mismo hasta el día del Juicio Final de las próximas elecciones depurativas. Y por si alguien se cree que nos van a regalar la recuperación después de la pandemia, decirles que la misma España que paga el rescate bancario volverá a pagar este pato cojo: será esclavizada, sodomizada y exprimida hasta que con el alka seltzer y el bicarbonato de otras elecciones se eche un eructo que haga temblar el Misterio. Y vuelta a empezar, cada vez más flacos y gaseosos, nosotros, y más gordos y líquidos, ellos.