Esta situación de confinamiento y desescontrafinamiento, de prohibiciones para el tanga por un lado y animados festivos locales locos por otro, de imposiciones estrictas para las que se exige rigurosa etiqueta, y condescendencias amistosas de “viste como quieras, neno”, dependiendo del humor de los políticos de turno y latitud me esta confundiendo las pocas neuronas que me van quedando en buen uso y que seguramente ya no pasarán la ITV obligatoria en un hospital privatizado para solaz de las Koplowitz. Se nos prohíbe circular en pequeños rebaños, sentarnos a la mesa a más de cuatro bucaneros, a las seis en casita, y si se te ocurre cruzar a la acera de enfrente,-dios no lo quiera a mis años-, hay que tener cuidado por si aquella parte del país es de color rosa pastel de Tous o de un negro humo de los comedores de patatas, so pena de multa y tentetieso. Y sin embargo empiezo a oír hablar de manifestaciones del Día de la Mujer, o como quieran llamar a eso, sin que a ninguno de los locuaces se les caigan las bragas de vergüenza, incluido a Echenique, que allí donde huele una “mani” dice que va hacerse presente, padeciendo el mismo síndrome que el presidente actual de la Generalitat que dice que tiene querencia por las urnas, que allí donde ve una urna se echa de cabeza, espero que no sea una urna funeraria, él tan joven. Qué olfato tienen ambos para la razón de Estado-billetera, y qué don de la ubicuidad más propia de santos y Papas que de iluminados religiosos como Savonarola.
Una actriz hace unas declaraciones, contra vacuna dicen unos, contra natura dicen otros, y levanta una polvareda que ciega los ojos. Como llevamos bozal no nos entra arena en el pulmón, pero que una actriz opine de vacunas puede parecerse a que mi carnicera me largue sobre Eurípides. Ser una vieja chica Almodóvar provoca insomnio y el insomnio provoca verbosidad. En el cine de Almodóvar siempre me pareció que lo importante era el prospecto, hay que leerlo con atención para evitar efectos secundarios. Johnny Weissmüller al final de sus días creía que era Tarzán, lo cual es una ficción tridimensional que no imaginaría ni Flann O’Brian. A mi me parece que en estas declaraciones Victorita estaba muy influenciada por Chicho Ibáñez Serrador, aquel sátiro inteligente que les hacía poner unas gafas sin cristales y unas minifaldas sin latitud sur a las secretarias, para que fuesen más intelectuales, y el “Un, Dos, Tres” parecía una introducción a una fotonovela porno en la que habría historias de enfermeras, monjas y secretarias despendoladas. Mis fantasías eróticas no iban mas allá.
Día de la Mujer, desescalada, niveles imposibles de reconocer, confinamientos selectivos, guettos, normas absurdas, aterrazas como puedas, vacunas a los obispos y alcaldes para salvar la Semana Santa, negacionistas de la inmunización, afirmacionistas de la cirugía estética … A ver si conseguimos esquivar la séptima ola porque malditas las ganas que tengo de quedarme preñado otra vez.