Yo ya he dicho muchas veces que tengo la manía de reducir todo al absurdo, soy una trituradora de la realidad. Es una manía como otra cualquiera, la de comer sopas con honda o ir a Cuenca en autobús. El absurdo es algo tan pequeño pero tan compacto como esos agujeros negros de los que dicen que la materia es tan materiona que se come a la materia que aun no ha madurado del todo, a la materia juvenil, como un Saturno que devora a los hijos y engorda hacia adentro, así es el absurdo ese, que es mi amigo de toda la vida sin el que ya me es imposible vivir, porque la realidad me supera y entristece. Así que en el asunto tan aburrido del nacionalismo catalán yo hago una reducción al absurdo, como si fuese un cocinero monologuista con un soplete, seguidor de La estrella Michelín, como pastorcillo de Belén: cuando la pandemia o la mala música hayan acabado con todos los habitantes de Cataluña y del resto de la España Romana menos un payés de Lérida, que ha salvado el culo porque estaba despistado recogiendo manzanas, me pregunto si éste buen hombre puede proclamar unilateralmente la independencia o si ya es independiente del resto de los muertos nacionales, o declara la independencia de sí contra sí mismo con un referéndum pactado intentando pasar del 50%, o vuelve a recoger manzanas que nadie se va a comer, o tira hacia el norte y cruza los Pirineos a ver si encuentra a una payesa que tenga peras, y vacas, aunque hable francés con acento provenzal.
Las naciones sin gente son tan inútiles como una barca de remos en el desierto. No sirven para nada, no hacen más que sombra y conejos en los terraplenes. El payés del que hablo podrá pasearse, en un tractor subvencionado por la PAC (Política Agraria Común) por el territorio de España, sin encontrarse a un solo enemigo y entonces pensará que su Patria ha crecido territorialmente de manera exponencial o exponencialmente de manera territorial- ya no se acuerda de lo que dijeron en el mitin en la sociedad agraria-; se dirá a sí mismo, antes de dormirse, que por fin se ha reconocido a su Nación en el resto del país y, lo que es mejor, ahora todo el país es una gran nación catalana conquistada sin pegar un solo tiro carlista. Después reza a Deu Pare, al mismo Dios del Director General de Banca Catalana que en paz descanse, el mismo Dios de su amigo el abad Junqueras, el Dios del Dalai Mas y del Ron Bacardí con cola, y del prior de Monserrat y de la codorniu Puigdemont y su bandada, y de la Adoración Nocturna de la Cup y del ahorro a plazo fijo de la señora de Pujol, y de los fariseos y los publicanos, y de los republicanos, y le pide que le mande un español maqueto botifler analfabeto, poco viajado y poco europeo, con el que poder discutir de lo divino y de lo humano, aunque sea en castellano, tomándose después con él un buen vino del Penedés y unos caracoles muy picantes, y piensa que es absurdo estar tan solo, sin nadie a quién echarle la culpa de su soledad ni a quién venderle las manzanas que ha cultivado con tanto ahínco por la sequía goda y pertinaz.
3 comentarios en “REDUCCION DE HASTÍO AL CAVA”
Hay muy pocos columnistas en la prensa española que se puedan comparar con el autor de estas crónicas de los “eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” que se publican en las páginas de este Cercano. No les falta nada. Humor, ingenio, erudición, oportunidad. Es un privilegio leerlas.
Cierto. No nos atrevemos a elogiarlo demasiado, no vaya a ser que lo echemos a perder. Nos gusta tanto que no queremos que pase tal cosa. Nos limitaremos a leer todo lo que escribe y, de paso, admirar la imaginación y desenvoltura que nos regala.
Cuando llego a la sección de Colaboradores, espero con ilusión infantil que Antonio Fernández “Pintor” aparezca y me deleite con esa pluma elegante, brillante y mordaz.¡ D. Antonio no se si ponerle un piso!.