El tibio no calienta nada, ni siquiera la silla, se esta ahí quieto, esperando que algo lo anime, es como una mancha de café en el platillo, o una mancha de humedad en el aleph del salón, como el arpa de Bécquer, presente sin próximo futuro, el tibio nada dice más allá de un asentimiento con el cuello, que le dobla la papada. El tibio cruza los dedos de las manos y las manos encima de la panza como un cardenal de tramoya de Berlanga burlanga; con el tibio ya no se puede contar cuando el número de presentes ronda los cuatro, pero el tibio despierta cuando alguien abandona la bandada y, como si fuese un cuervo tibio, se coloca de lado y suelta la pluma más negra, la injuria más verde, sobre el ausente, sobre su familia; el tibio vuelve a callarse hasta dentro de un siglo, como un sarcófago egipcio, pero ya ha colocado en los párpados de los presentes los huevos asquerosos de los que saldrán las larvas.
El tibio no tiene sexo, es más que macho, mira a las mujeres con asombro como si fuesen fantasmas, que lo son, pero fantasmas bellos; nunca coloca, el tibio, su mirada sobre los dos senos a la vez, mira al suelo cuando lo que quería mirar se encuentra en la otra habitación del sexo, en la entrepierna, el tibio ha logrado que su madre le arregle una novia de fantasía, una novia a la que podía llevar a pasear a una esquina roja de la ciudad. El tibio es muchas veces como el eunuco del burdel pero con la testosterona intacta en una ampolla colgada del pescuezo; las mujeres le hacen confidencias de alcobas de otras hembras que no son ellas y así el tibio adquiere una sabiduría de folletín que le sirve para barnizar con lodo el prestigio de sus enemigos, que él cree que son muchos, y menos preparados para los envites de sus cuernos que él mismo, que ya ha aprendido a ocultarse en el burladero de los silencios cómplices. El tibio es una enciclopedia del chisme, porque quién no dice nada solo escucha lo que le interesa, a veces aparece el público adecuado, aplaudidor de ocurrencias maliciosas y se encuentra en su salsa, y este tibio, en concreto, al que me llevo refiriendo desde el principio es una albóndiga nadando en aceite rancio y salsa de tomate a la que hay que recalentar.
1 comentario en “APOCALIPSIS 3:15-19”
Por veces, dudamos si, el Sr. Fernández no será una computadora cuántica, si escribe con códigos fractales encriptados si, con el sistema de la Escítala espartana. Sea lo que sea, vamos cogiéndole el tranquillo a su manera de escribir y, cada vez nos gusta más.