Escribió Borges que los vascos, al margen de la historia no han hecho otra cosa que ordeñar vacas. Si la historia son esos hechos que se dibujan en los libros de Historia, realmente al margen de la historia todos nosotros no hemos hecho otra cosa que cuidar vacas, unos, o comérnoslas, la gran mayoría. Esta introducción innecesaria me sirve para decir algo que, seguramente, me sirva para estar tan equivocado como Borges, ya que jamás podré decir algo en lo que esté tan acertado como él, y es que, al margen de la historia, desde la Guerra de la Independencia, el ejército español, dejando en paz a los sufridos soldados rasos que han tenido comportamientos a veces heroicos, no ha hecho otra cosa que masacrar compatriotas. Con algunos episodios en los que recibió unas duchas frías y de los que no salió muy bien parado, como en el caso de la guerra de Marruecos o en el desastre de Cuba y las Filipinas, este aguerrido ejército no se ha dedicado a otra cosa, cuando el demonio lo lleva a levantarse de la cama, que a matar a gente que nació en este mismo terruño del que muchos generales, tenientes generales y demás purpurados se creen propietarios. Y he tenido esta ocurrencia innecesaria después de oír que en un grupo de guasap unos exmandos dicen sentir un deseo irreprimible de fusilar a 26 millones de españoles con los que no están de acuerdo. Tal vez quieran matar a 26 millones de españoles porque éstos no son españoles aunque lo parezcan y tampoco entiendo porqué los tienen tan bien contados, y no sean 27 millones, millón más millón menos, qué más da, el problema es encontrar el paredón. Puede ser que tomasen en consideración que estos millones de españoles no tengan en su poder ni una sola bala ni con qué dispararla y así fuese más fácil. Lo que no han tenido en cuenta estos altos mandos jubilados de nuestro Glorioso Ejército es que si desaparecen estos 26 millones no habrá quién trabaje en este país para que ellos sigan sin dar golpe ( perdóneseme la gracieta). Uno de los “abajo firmantes” es un señor de azul que se dedica a cantar con voz de falsete mientras una fanfarria le pone la música. Me imagino a su pobre ordenanza ( en otros lugares llamado criado) soportando la murga de este presuntuoso. A mí, como a Brassens, la música militar nunca me supo levantar, aunque he de reconocer que este Farinelli de uniforme le pone ganas. A veces no hace falta fusil para fusilar, basta que alguien cante para que se salga en estampida y así hasta 26 millones de canciones y se ahorra en balas.
Gracias al cielo sean dadas, la Ministra de las Fuerzas Armadas se ha puesto hecha un basilisco, y no es para menos. Después de cuarenta años adulando, sobando, mimando a nuestros milicos nos vienen ahora ¡a nosotros, por dios, a nosotros! con este pan pingado. Son unos desagradecidos pero como somos buenos le vamos a dar unos azotes en el culo.
Yo tenía la impresión de que todos los salvadores de su patria y su peculio que quedaban en el ejército español, herederos de aquellos viejos tiempos, se habían ido difuminando a base de halagos excesivos de ministros y ministras, pero ya veo que no, que la Patria tira mucho y que si hay que hacer un sacrificio para salvarla se hace, macho, aunque el sacrificio sea siempre el de otros. Sin que sirva de precedente, he de acabar diciendo algo en lo que estoy de acuerdo con Borges, y es que, al igual que los militares argentinos a los que él se refería, muchos de estos de por aquí tampoco han oído nunca silbar una bala. Valientes cantantes.