Por fin, ahí los tenemos de vuelta, de cuerpo presente y alma ausente. Vienen y van, pasean, corren por el parque rodeados de guardaculos, acuden a conferencias de prensa, estudian a Fidel Castro en sus discursos de dos días y medio sin interrupción, se repiten, vuelven a repetirse, choricito. Se fueron de vacaciones, se supone que a descansar de algún trabajo desconocido, de alguna tesis que han escrito bajo los efectos de la hipnosis. Hablan con Rasputín en sueños, le piden el secreto de la longevidad priápica y ya se ven en un frasco de cristal sometidos al escrutinio de futuros estudiantes de ciencias ocultas y biología. No se hablan más que con los de casa, no saben de qué árbol salen las salchichas, el campo se creen que anda por Soria, pero no saben por dónde cae Soria, ni siquiera los que han nacido en Soria, o los que pasan por allí camino de la bodega de Ribera del Duero, otra botellita, camareta, y camarote. Vienen maqueados, morenos de rayos Uva y truenos Zeta. Ahí los tenemos, no se pueden ni ver entre ellos si no coincidieron en el parvulario del Partido, en el economato del Partido, en la fiesta de cumple de la mujer del líder del Partido, Cuquita, que cumplas muchos más y nosotros que lo veamos, te tengo que decir una cosa, los niños encantados en Londres. A la entrada del hemiciclo se miran como perritos de la duquesa, no se muerden, solo se gruñen, y los que son de la misma reala se huelen los culos.
Tocqueville les parece que suena a peluquería de caballeros. Locke, a marca de reloj de pulsera, pero prefiero mi Rolex. Montesquieu los hace entrar en dudas, no saben si es el que dibujó “El Principito” o el que probó si funcionaba la guillotina, pero de una cosa están seguros, y lo afirman con total rotundidad, el tipo ese es francés, me apuesto un alto comisariado de la ONU.
Y entonces se produce el milagro, aunque han estado fuera tanto tiempo, a la vuelta les han soplado que hay que nombrar a jueces para las altas instituciones judiciales del Estado y, milagro, hay que nombrar a tantos y tantas y aquí partimos al medio, unas arrobas para ti, unas arrobas para mí, y no te pases un pelo. Es un requisito imprescindible para salvaguardar la independencia del Poder Judicial, porque barriendo debajo de la cama salen unas carroñas infames, y necesitamos que no nos mande a la cárcel cualquier descerebrado con ínfulas baratarias. Los locos, que se queden para pedir a Dios la extradición de Pinochet, que lo nuestro es intocable, insobornable, infumable.
Y del otro lado de la delgada línea verde de la soberbia y la avaricia están todos esos gallos juicieros emplumados con togas de terciopelo y armiño, que quieren juzgar y no ser juzgados, que quieren besar el santo, y a su Majestad, y entrar con una cántara de vino en la cabeza camino directo a la más solemne venalidad y endogamia incestuosa. Hay que preservar los apellidos de la Alta Magistratura, a ver si va a venir un abogaducho de la inclusa de Lugo, apellidado Pérez, a decirnos lo que hay que hacer. Muchachos, a adular cada uno a los suyos, que nos quedan muchas libertades por salvaguardar.
Este país es asombroso y entretenido. No quisiera decir que paradójico, porque no sé lo que significa, pero es paradójico.