Los sucesivos gobiernos de la nación deberían empezar a parecerse cada vez más, y de una vez para siempre, a los gobiernos de lo que era hasta ahora célula indivisible de la sociedad, la Familia, de larga tradición por estos lares. Sucede que la economía, la intendencia, la cena y los desayunos, el colegio de los muchachos, se dirige, en esa familia ideal, de una forma realista, austera, equilibrada y conducida con un sentido tan español y subterráneo como es el sentido común. Cuando una cosa escasea, pongamos por caso el dinero para los uniformes de las josefinas, se merma el presupuesto en días de vacaciones, y en lugar de ir veinte días a la playa, se pasan treinta días en casa de los parientes del pueblo. Con escasos altos y bajos, el gráfico de las entradas y salidas del libro de cuentas es más bien una línea sin dientes de sierra, como el ritmo cardíaco de Induráin, a salvo de apetitos desmesurados.
Cuando hay algo que arreglar en casa, pongamos por caso, el desagüe del fregadero, o el programador de la lavadora, a pesar de que en un primer momento el amo y señor de la selva, el león, en un intento de ganar favores sexuales delante de su señora, quiere él mismo ponerse manos a la obra, su leona le ruge dulcemente y se llama a un fontanero o a un electricista para que se hagan cargo del desaguisado. En el caso, poco probable, de que haya descuido por parte de la parte femenina de la pareja y se siga la táctica suicida de la manga ancha, el desastre de la inundación saldrá por la puerta y correrá escaleras abajo o escaleras arriba. No suele ocurrir esto cuando la voz de la experiencia se coloca voceando en la puerta de la cocina y grita “hasta ahí podíamos llegar”.
Sin embargo en los gobiernos de nuestro Estado, y mira que hay gobiernos en nuestro Estado, las cosas no suceden de esta manera efectiva y realista. El ahorro existe, como no, pero siempre es a cuenta de los ciudadanos. El ministro del ramo y de la rama sube el sueldo, sube el número de asesores, sube el número de parientes a los que favorecer, y mira que hay parientes en este país, sube sus ahorros en el banco. Todo sube: es la carestía de la vida, la inflación desbocada.
Cuando la niña tiene tosferina, la madre no se mueve de la cabecera de la cama y jamás se le ocurriría cerrar la puerta por fuera y largarse, con el resto de la familia a pasar un fin de semana largo en Galapagar, por estar cerca del Ecuador. El presidente de este gobierno y de los otros gobiernos, y mira que hay gobiernos en este Estado, se larga a pasar unas vacaciones a un palacete en Lanzarote mientras la epidemia se ceba en sus súbditos, que no ciudadanos, y este reyezuelo, se coloca el armiño frente al espejo y pregunta espejito espejito, etc.
En cuanto al asunto de los fontaneros, de los electricistas, de los mecánicos del coche familiar, es aun más caótico. Aquí no se nombra a los regidores por sus conocimientos; nadie renuncia, por ejemplo, a dirigir la economía patria por no tener ni idea de economía, ni aun doméstica. El precio del café sube, sube, y se aprende a ser ministro en dos telediarios o en dos patadas. Quizá en los telediarios se podría aprender a dirigir Ministerios del Tiempo: hoy ha llovido, hoy ha hecho sol y nos vamos a ver las imágenes que nuestros internautas nos envían desde el bosque encantado de las Hurdes Baixas. El ministro de sanidad cree tener méritos más que probados porque un día fue capaz de tomarse él solito una aspirina, porque tenía la cabeza como un bombo. La ministra de igualdad, que dios sabe que podrá significar eso, sabe tanto de igualdad que multa a las empresas que no pongan a parir a los directivos machos. La ministra de hacienda cree que las clases medias no son clases trabajadoras y dice que jamás se les subirán los impuestos a las clases medias y a las clases trabajadoras. La ministra de trabajo parece que quiere saber lo que es trabajar, su empeño parece sincero y debería pasarse a Ciencia, Tecnología y Religión. El ministro de transporte se va a Barajas a ver aterrizar y despegar aviones, viaja en primera con chofer y canta “para ser conductor de primera, de segunda, de tercera”…es todo lo que sabe de la canción, el resto lo tararea. Y así sucesivamente en los tres mil ministerios que asolan este país que tiene tantos gobiernos, porque mira que tiene gobiernos. El tiempo pasa, los gordos engordan y las familias ya contratan una gestoría para que les cuenten los garbanzos porque va a empezar el racionamiento, ordenado por el gobierno de Europa. Y mira que ya había gobiernos aquí, sólo que hay tantos gobiernos como desgobiernos, es la única manera de que cuadren las cuentas de la macroeconomía.