Me han llamado la atención esas manifestaciones del Madrid coñero, con caceroladas incluidas, jugando a atrancar las calles, achipén achipén sentadito me quedé, pidiendo libertad y lo que se tercie, un fino y una ración de camarones. Lo que hemos tenido que ver, maese Falstaff, y lo que nos quedará por catar, si bien lo quisiere el Altísimo. Algo debe de estar haciendo bien el gobierno actual, aunque lo dudo, para que señoritos alcanforados anden más soliviantados por el comunismo de derechas que por los virus de la izquierda maoista capitalista. He visto a un personaje con sombrero de fieltro verde, fular sedoso y chaleco acolchado, largando unas proclamas liberales libertarias anarcoides, pidiendo libertad de expresión y de circulacion y de comunión. Solo le faltaba una línea de bigote y un pin con los dos colores, chapado en oro, y sería otro Drácula del Barrio Sésamo de Salamanca. No daba yo crédito a lo que ven mis ojos: rentistas, virutas de la Bolsa, viudas de otras profesiones de tres manos, bingueros, desertores del opus, defendiendo España y yo, señora, somos así, frente al peligro rojo.
-Tráeme una cacerola, que me bajo a la calle, a la mani.
-Si señora, ahora mismo
-Esta no, que está nueva, tráeme alguna que hayas abollado. Descuidada que eres una descuidada, que hay que estar siempre encima de vosotras.
-De esas no quedan, señora, que las últimas se las llevó usted al rastrillo solidario, acuérdese.
-Pues tráeme la panoplia y una de las espadas del vestíbulo, que no sé si no habrá que retomar la Santa Cruzada; y vete preparando la cena, que a mí estas emociones me ponen cachonda y siempre me entra hambre con el sexo de los angelitos. Se va a enterar la policía del cabrón del marlaska de lo que vale una madre y fiel esposa triunfadora española de las de verdad, no como esas putas del tambor.
-Creo que la policía que vino ayer a animarles a ustedes era de la Ayuso, señora, muy educada eso sí, con un comportamiento ejemplar.
-Pues se van a enterar. Aunque sea la Guardia Suiza del Papa. No saben bien con quién se juegan los cuartos, nuestros de todos, estos rojos.
-Tenga usted cuidado y no grite mucho, ya sabe que pronto se pone usted afónica…
Y así sucesivamente monárquicamente unilateralmente.
En fin, me hago de cruces gamadas al levantarme, y no salgo de mi asombro.