¿Pero qué le pasa a Turquía? ¿Qué coño le pasa a Turquía, vamos a ver? ¿Es que no puede estar sin meterse en algún lío con sus vecinos? Parece como si tuviese el baile de san vito. Si no se mete con los armenios se mete con los curdos, y cuando no, salta el muro del patio y va a enzarzarse con los libios. Anduvo a la greña con los griegos por quítame allá esos cipreses y ahora quiere irse más lejos, se ve que ya no le llenan el ojo esas batallitas al lado de casa, ni al lado de la escuela. Sus padres ya no saben qué hacer con ella. La han llevado a todos los sicólogos posibles y todos se han dado por vencidos. Se mete con Siria, se mete con Crimea, se mete con la madre de Dardanelo. Les ha llegado la nota del director de la escuela diciéndoles que a la próxima se vería obligado a la expulsión por quince días y, si reincide, a la expulsión definitiva. Están desesperados. Les cuenta la tutora que es salir al patio de recreo y se va por el primero que se le cruza, así sea un parvulito. Solo se retrae ante los de sexto, que le zoscan, en perfecta contrapartida diplomática.
Los padres de los otros niños han elevado una queja ante la Delegación de Educación, pero allí no se recibe duelo, no quieren complicaciones. Es un asunto interno, dicen. Alguno de los hijos no quiere saber de acudir ante el consejo de seguridad. A otros los han cambiado de colegio, todos los días llegaban molidos a golpes. La profe de infantil se lava las manos, se da por vencida, aun recuerda la espinilla hecha trizas. “Si no saben darle educación en casa no voy a ser yo la que amanse a esta potra”, ha dicho textualmente. Tal vez Turquía sea hiperactiva. El padre de Tarento dice que lo que pasa es que es idiota. Eso le ha costado una buena trifulca con el progenitor de la loquita en la reunión de la APA ¿Qué le pasa a Turquía, vamos a ver? ¿Y por qué no prueban a darle unas pastillas azules? Perséfone, la vecina del chalet al lado del suyo, dice que su abuela ya era igual, que hasta descalabró a un embajador de una pedrada. Al pobre hombre tuvieron que coserle unos puntos en la cabeza, sangraba como un degollado en la guerra de religión; no le quedaron ganas de volver jamás a mendigar por el barrio. Pero dice también que cuando fue creciendo se le pasó un poco la fiebre, aunque siempre fue una soliviantada y una fresca. “Me tiraba las cenizas de la chimenea por encima del muro y las cacas del perro Se divorció cuando estaba embarazada de seis meses de Troya, la madre de Turquía. Tal vez ese incidente haya influido en su mal carácter”. Esto se lo contó a la reportera del telediario de la Segunda, la de los reportajes humanos, fieramente humanos. Pero no es la abuela el problema, porque ahora está en la residencia de ancianos y ahí no se andan con coñas, la tienen atada al váter. El problema es la nieta. Qué vamos a hacer con ella, no somos unos salvajes, no vamos a cortarle el pescuezo en un descuido de los observadores internacionales independientes.