Noto en el estómago una molestia distinta de la habitual, es por culpa de mis excesos con el vino y el turrón duro, o por otro motivo. En el Senado, cámara territorial de España, se ha dado la cena de Navidad a unos seres que quizá de otra manera no hubiesen cenado. Ha sido servida, amén de por voluntarios oenegés, por dos senadoras del Psoe que no tenían familia propia a mano para aquella noche feliz y dichosa. El artífice ha sido el reconocido chef, con alguna Estrella Michelin de Belén y Monte de los Olivos, Don Rodrigo de la Calle (De la Calle es apellido); la cena, crema de romanesco, coquelet y tarta de manzana con helado de turrón. El padre Ángel, apropiado y alado santo aun sin canonizar, ha solicitado de la Cámara Alta su permiso y sus instalaciones y, por supuesto, cómo negarle eso. Muchos de los comensales se han duchado en los lavatorios municipales y han lucido sus mejores galas. Las conversaciones han sido amenas entre ellos, después de salvar los primeros momentos de timidez. Alguno no era la primera vez que acudía a una de estas veladas, todo un veterano “ponga un pobre a su mesa, Berlanga”. Los periodistas acreditados en el evento circulaban, con soltura de experiencias anteriores similares, entre las mesas colocadas con gusto exquisito pero modesto; después de las fotos de rigor abandonaron el ágape, que ya no iba con ellos. Agua, coca cola y naranjada embotellada eran las bebidas elegidas. Nada de alcohol que pudiese en algún momento ocasionar una distorsión innecesaria en el punto de vista. Hay que prevenir, y un experto en protocolo señaló el posible efecto adverso de dejarse llevar por un exceso de entusiasmo. El ambiente fue cálido y entrañable.
Las irreales negociaciones entre independentistas y Psoe, gobierno en funciones, se interrumpen para distribuir el tempo de este concierto celestial de flautistas asincopados. Los negociadores tienen derecho a cenar en Nochebuena con quién quieran, en sus casas, con su familia, incluso la familia política. Todos tenemos suegra, puede haber dicho alguno de estos grandes defensores de los ciudadanos. ¿Marisco? Algo habrá, algo habrá, ha dicho otro. Priorato y Penedés y Riberita del Duero. Las prisas no son buenas para nosotros. La Misa del gallo se traslada a la prisión donde engorda el rencor ¿A quién queréis, a Cristo o a Barrabás? A Barrabás, contesta la multitud. Ay, perdón eso es otra celebración de otro día más adelante, no se corresponde con estas fechas. Ahora toca el Niño Jesús y Herodes hijo. ¡Que me traigan la cabeza del Evangelista en bandeja de plata y una docena de ostras! Tan campantes, unos y otros, cenan, entre alegrías de hijos y nietos que estudian en universidades americanas, y esposas orgullosas de sus maridos machomachos que tan ricamente traen el pan y la chicha a casa. En el frigo no cabe una aguja, los sueldos son buenos y merecidos y no hay que preocuparse por el futuro, que se ve halagüeño para estas Naciones Angélicas; se va de un cargo a otro hasta que nos toque otra lotería, quizá la de Reyes Austrohúngaros, los únicos auténticos. La cama es blanda y me he pasado un poco con el cava. Hasta mañana. Hasta mañana, cariño, yo aun me quedo a recoger, la chica tiene la noche libre.
En una pensión barata duerme la borrachera uno de los comensales del Senado. No ha podido evitarlo, la euforia ha sido más fuerte que él, se ha dejado llevar, después de la cena, mecido por el blanco joven tetrabrik comprado en gasolinera 24 horas. Mañana, Dios dirá.
Me duele el estómago. Siempre me paso y después tengo pesadillas infernales y un guayabo atroz que me durará hasta San Fermín.
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