Ha empezado el ruido de cacharrería de las elecciones. Lo de siempre, cambian los collares pero no los perros. Unas carrancas caen al suelo y alguien las recoge. En un partido se apuntan doscientos para encabezar la lista, en otro ya vienen comidos y meados de casa para no perder el tiempo. La cuestión es no perder el sitio, y los empujones en la fila se dan con la punta de la navaja para pinchar el culo precedente. Traen las escudillas rebañadas, algunas de plata con el escudo de la familia grabado en el fondo, allí donde se interpretan los posos del café del futuro. Desde hace cuarenta años algunos se han labrado su finca y, viviendo de cine, no quieren irse a su casa hasta que se jubilen de viejos. Incluso más allá de la muerte quieren seguir viviendo en los cueros de sus descendientes. Los advenedizos no son bien recibidos y estas oposiciones están amañadas. Muchos saben las respuestas a los test, aunque a algunos, dada su inteligencia, les es difícil dar en la diana. En nuestra pequeña ciudad miras las caras y te suenan de mucho. Cling, cling, cling, dice la máquina tragaperras. Podían estar en los sellos de correos y ya valdrían un güevo para coleccionistas. Quítate de ahí que me pongo yo. Algún mandarín calvo, buda jadeante, no ve peligrar su estatus, porque en esta ancha cama de lupanar hay aun mucho sitio por ocupar. Y si vienen mal dadas, a la privada. En el palacio que habita,- que es una muestra de decadencia, la alfombra roja levantándose aquí y allá por la carcoma; que es una jaula de aduladores, un gallinero con piojos, -viven también los señoritos, hijos de vasallos feudales que le dan a la tecla del ordenador con un dedo, una vez al día, para no cansarse. O se pasan por allí, a traer los saludos del papá munícipe. El humo digital y termal, que se vende barato, sale por las ventanas y se cuela en la redacción de algún periódico cercano. No produce cáncer, solo marasmo, inmovilismo, parálisis cerebral. Este pueblo miñoto está peor que hace cuarenta años. Hay más tubos de escape y más mierdas de perro en las aceras, eso es todo. Pero mucha masa votadora da siempre la impresión de deber algún favor que hay que pagar a un fantasma sin sábana; es muy aficionada a los responsos a euro y a seguir a la Santa Compaña. Hay que darles a estos nuestros difuntiños limosna en este mundo para que no pasen hambre en el Otro y, total, muy caro no nos sale. Los demás, como el perro del chiste, jodemos unas vueltas más alrededor de la fuente, y nos vamos a casa, que mañana hay que madrugar. Paz social, paz de cementerio, paz con chocolate, requiescat in pace, Ourense. Y a votar, que son tres días.