La lotería de Navidad vuelve como todos los años a darnos el preturrón y el posturrón, una monserga estacional que nos hace caer en manos de un azar insensato. Hay gente que cree en la lotería, que cree que existe en alguna parte del mundo alguien al que le ha tocado. Las matemáticas y la poesía son las ciencias más exactas de esta constelación de Orión, y las matemáticas nos dicen que hay más probabilidades de que te caiga encima un meteorito a que te toque la lotería. No conocemos a nadie al que le haya caído un meteorito en la cabeza, pero aún así seguimos creyendo, sobre todo en la suerte de Navidad. Pero también decía la Biblia que es más difícil que un rico entre en el Reino de los cielos a que una soga entre en el ojo de una aguja. Lo de la soga tiene más sentido que lo del camello. Y sin embargo es más fácil que la lotería le toque a un rico que a un pobre. Y, si ese rico lo es por tráfico de drogas o de influencias, es aun más fácil que le toque la lotería varias veces, premios gordos, librándose para siempre de que le toque una pedrea de un meteorito sobre la joroba del camello de los Reyes Magos de la cocaína y el hachís.
Sigo atentamente el pistoletazo de salida que se da a estas fiestas con los tapones de champán, frente a la puerta de las administraciones, y me ha parecido ver ya caras conocidas de otros años, entre los celebradores, incorporando, eso sí, novedades de elenco y tramoya del tiempo presente, como el inmigrante sudamericano y el mosso de esquadra, pero los actores se hacen viejos como yo y algunos ya tienen que brindar con zumo de naranja.
La lotería y la navidad van juntas en este país de incrédulos, pero haber llegado hasta aquí es un premio para algunos y, seguir después un castigo para otros. “La mejor lotería es la salud y la economía”, dice el burgués a partir del día siete de enero, pero realmente está pensando en el ácido úrico y en la sisa en el peso de la báscula, como un personaje de León Bloy.
Si salimos de ésta con bien, y aguantamos, el año que viene volveremos a probar la suerte de los inocentes escuchando la cantinela de unos niños que, después del concierto, se van a invitados a la gala de Navidad de operación triunfo, a la que asiste la primera dama, y en la que Rafael canta el villancico del tambor, como siempre. Estas son unas celebraciones generales, como las confesiones lo son en Semana Santa. Así que, menos literatura crítica y más fraternidad universal de los langostinos. Y suerte con la Lotería de Reyes.