Fue Ambrose Bierce el que dijo que todos tenemos un antepasado caníbal, más o menos cercano en el tiempo. Todos los perros tienen un antepasado lobo. Ha tenido que pasar mucho tiempo para que los lobos dejasen de comer ovejas y se pasasen a las croquetas que llegan a tu casa en sacos de veinticinco kilos. Oferta. Con verdura, para purgas. A los hombres caníbales les costó dios y ayuda convertir a los lobos en animales ligeramente dóciles, que acabasen vigilando el redil de las ovejas frente a sus primos hermanos; y ahora tenemos a los hermosos chuchos metidos en pisos de comunidad intentando convertirse no se sabe muy bien en qué. Algún producto desvirtuado saldrá de aquí. Somos indecentes mendelinianos a puro güevo. Por fin habremos acabado con cualquier rastro de animalidad en los animales. El perro de mi vecino no quiere bajar por las escaleras. Se niega, como una mula. Desde un piso primero siempre usa el ascensor. Es muy bajito y aún no alcanza los botones, así que su amo le hace ese servicio. El perro de mi vecino pertenece a esa raza fuera del tiempo que vive en un cuadro de Goya, o en la Olimpia de Tiziano, dándole al rabo, mientras la criada, de rodillas, busca una pañoleta en la cómoda. De aquellos perros estos lodos. Un perrito que no cuide ovejas, después de haber intentado toda la vida habérselas comido, es ya un adorno vivo en un mundo de tentaciones absurdas y opacas.
Yo no sé cómo acabará la cosa, pero mucho me temo que dentro de algunos años el único trato que los amos- robots tengan con seres vivos será con las bacterias del óxido y con los perros, que son fáciles de amaestrar, casi infalibles en su olfato para los negocios, y no firman convenios colectivos. Cuidarán ovejas eléctricas. No sabrán lo que son, a fuerza de que les pongan impermeables en invierno y portacoletas para la playa en verano. Y como ladran tanto pensarán que son como hombres. Cerraduras y mandos de ascensor estarán a la altura apropiada y ya no necesitarán lazarillos que los saquen a mear. Saldrán ellos a tomar el sol y hacer los recados. Los humanos están recluidos en campos de exterminio y no vuelven a ver la luz del día. De nuestra raza quedarán unos cuantos exiliados en las selvas del Yucatán y unas cuantas parejas ponedoras metidas en jaulas. A los únicos a los que se permitirá pisar la calle será a los esforzados barrenderos de las mañanas, a un abogado animalista, a un banquero y a un cura. La raza humana volverá a practicar el canibalismo, que es lo suyo, y el mundo será un lugar mejor. Y, lo siento, aunque el hambre atenace nuestros cuerpos, nunca podremos volver a comer perritos calientes: demasiada pornografía para pusilánimes razas inferiores condenadas a la extinción.