Suelo ver la televisión dos veces al día, que coinciden con la hora de la comida y la de la cena. Como posología de un jarabe amargo, tómese dos veces al día coincidiendo con comidas principales. Es entonces cuando, entre bocado y bocado, miro y escucho el Telediario, el Parte de toda la vida. Lo de Parte ha quedado en el imaginario colectivo de los españoles desde que en la Guerra Civil se colocaban las orejas al lado de la radio, miles de orejas gachas, al lado de las pocas radios que había, para escuchar los partes de guerra. Quedó Parte como sinónimo de noticiero de puntualidad militar. Ahora, a mí, lo de Parte me sigue valiendo como sinónimo de me parte de risa, o me tiemblan las partes, no se me enfaden por la baja calidad del chascarrillo.
El Telediario actual se divide necesariamente en cuatro secciones de duración e importancia aleatoria, a saber: los Sucesos, macabros asesinatos a machetazos, imbéciles muertos por balconing, accidentes de automóvil ; el Tiempo ( el tiempo climatológico, dicen muchos practicantes del Nuevo periodismo); los Deportes, es decir, el fútbol, entrevista al aguerrido delantero centro que echa crema para después de afeitarse, y a veces parece que se la ha bebido; y por último, aunque no necesariamente en este orden, la Política, las declaraciones del portavoz del gobierno de turno, trufadas con cortes de las tonterías de la oposición que corresponda, de Guinea Ecuatorial.
Muchas veces se abren las noticias con algo tan esencial como el tiempo que va a hacer los próximos días. No aciertan ni siquiera cuando dicen el tiempo que hizo en los días pasados, pero quién quiere acordarse. Como ahora, en esta civilización post-rural nadie siembra ya nada, no importa que el trigo quede anegado por un fallo de las previsiones. Como llamar clima a la sucesión de condiciones atmosféricas en una región determinada no parece lo suficientemente solemne para un noticiero que se precie, muchos licenciados en periodismo llaman a estos sucesos meteorología o climatología. Si llueve se debe a la climatología adversa. Nunca una ciencia fue culpable de tantos desmanes, ni siquiera la Física Nuclear. Desde los incendios pavorosos, a la sequía pertinaz, pasando por las inundaciones, tornados y huracanes del Golfo de México, se acude a la Meteorología para hallar a quien echarle las culpas. Desde que tengo memoria, en este país en invierno hace frio, en verano calor, la primavera la sangre altera y el otoño suele aparecer acompañado de tormentas y de setas. Pero cuando caen las primeras nevadas y un coche derrapa en la autovía de Burgos a Vitoria, un ejército de aguerridos reporteros se lanzan a la caza de conductores a los que se le hiela la nariz, porque tienen la ventanilla bajada. Los copos ponen un efecto entrañable a la crónica, pero a partir del vigésimo segundo conductor entrevistado, ya se nos empiezan a calentar las meninges, se nos derrite la nieve, y se esfuma el efecto. No es suficiente con conectar vía satélite con el alto del Padornelo para saber, por declaraciones en exclusiva del Pascual, que allí las bajas temperaturas se combaten a base de estufa con leña de carballo, jamón y vino recio de Toro, sino que es necesario acudir a las estribaciones de la sierra de Gredos en donde, un Kapuscinski con micrófono, poniendo en riesgo su vida por los bombardeos enemigos, le pregunta a un pobre hombre cuál es su secreto para soportar esa helada que ablanda tanto las berzas.
Las inundaciones dan mucho juego y, si el periodista se esmera y deja ver, en la conexión en directo, las katiuskas recién compradas en Alcampo, puede que sea ascendido y acabe de corresponsal en Kuala Lumpur, punto neurálgico por donde pasa la actualidad más rabiosa.
Con las altas temperaturas, la sequía y ese calor de verano tan extraño por estas latitudes, sucede otro tanto. En el mismo Telediario nos vamos de Úbeda a Jaén, pasando por Mérida, Córdoba, y Camas, y allí oímos a la gente quejarse, en riguroso directo, de la calor que hace, con una caña de cerveza en la mano, chapoteando en una fuente pública o dándose aires con un abanico japonés de seda. A mí siempre me parece que se lo están pasando de miedo, pero seguro que solo es una falsa impresión, producida por las altas temperaturas de la fiebre del heno.
En fin, que el Telediario de las tres está repleto de bonitas fotos de puestas de sol, gente en las playas, campos de girasoles desde todos los ángulos, cirros, cúmulos y estratos y flamencos en Doñana, pero siempre me quedo dormido sin saber cuáles son las previsiones. Así que al despertar de la siesta miro el cielo y mantengo la fe en el parte de las nueve, las ocho en Canarias.